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Actualizado: 4 de junio de 2025
Carlos fué tierra; eclipse padecistes Divino sol, pues me quitaba el veros, Opuesto como nube densa y grave Gobernaba la nave De mi vida aquel viento De vuestro auxilio santo Por el mar de mi llanto Al puerto del eterno salvamento, Y cosa indigna, navegando, fuera Que rémora tan vil me detuviera. ¡Oh, como justo fué que no tuviese Mi alma impedimento pan amaros, Pues ya por culpas propias me detengo! ¡Oh, como justo fué que os ofreciese Este cordero, yo, para obligaros!
El que habló en aquella ocasión era un vil instrumento de los agentes del Rey. ¡Es éste! ¡Aquí está! exclamó uno, señalando á Lázaro á la atención de toda la asamblea. Sí: el sobrino de Coletilla. ¡Sobrino de Coletilla! ¡Sobrino de Coletilla! repitieron muchas voces. Tumulto espantoso resonó en todo el ámbito. Todos se levantaron y miraron á Lázaro.
El bolsillo de D. José estaba siempre más limpio que patena, porque era hombre tan derrochador que, si allegaba algún cuarto, cometía la vil acción de comprar castañas y sentarse a comérselas en un banco del Retiro.
Nazaria, que juntamente con la fiereza tenía la inocencia de la bestia cornúpeta a quien tan fácilmente engaña un vil trapo rojo, se calmó y sintió dolor muy vivo de haber ofendido a su gigante. Así procede siempre, pasando de salvajes cóleras a vergonzosas condescendencias, toda esa gente desalmada, ignorante y tan incapaz de calcular sus intereses como de refrenar sus pasiones.
Además, la idea de que Luis tenía noticia de aquellos martirios, y le dolían vivamente era aliciente mayor para prodigarlos. ¡Que sufriese ella, que sufriese él, el vil, el pérfido, que había gozado de su juventud, y cuando la halló vieja la arrojó como un trapo sucio a la barredura! En uno de estos días de profunda y rugiente cólera la vida de Josefina corrió inminente peligro.
Nunca, ya lo sé respondió ella, y si alguna vez, dentro de cinco, dentro de diez años, tú notaras que algo parecido al amor me ata a mi marido, si te dieras cuenta que el hábito me ha trabajado hasta inspirarme por él algún sentimiento real, no pongas entonces en duda que la Adriana de ahora ya no existe y ha dejado en su lugar una criatura puro instinto, una criatura muy vil y muy despreciable.
Si os place, Ramiro, concluir como ellos sobre la infame bayeta en la Plaza del Mercado, o iros a remar en alguna galera bajo el corbacho del cómitre ¡adelante!; y así figuraréis en las crónicas como el vil descendiente que arrojó semejante baldón sobre su casa preclara y antiquísima. ¿Soy, por ventura, niño o mujer para dejar a otros la guarda de nuestros derechos antiguos?
Cuando leí el nombre de Margarita, solo, sin apellido... sospeché, porque tratándose de don Rodrigo es necesario sospechar de todas las mujeres... sospeché que aquella Margarita que se dejaba en el tintero su apellido era... Margarita de Austria. Pero, señor, señor exclamó todo escandalizado y mohíno el cocinero de su majestad ; esa mujer tan vil, de cuna tan baja... esa perdida, ¿sabe leer?
Quien siente y expresa lo bueno, lo noble, lo heroico y lo santo, puede ser débil, pero nunca será impío, ni cruel, ni vil, ni perverso. Para quien esto escribe, la prueba crítica del valer estético de una obra de poesía, implica un certificado de valer moral para el autor. O la poesía es mala o no es malo el autor de la poesía.
Mas cuando yo Sancho fuera Y él fuera yo, dime Elvira, ¿Cómo el rigor de tu ira Tratarme tan mal pudiera? Tu crueldad, ¿no considera Que esto es amor? ELVIRA. No, señor; Que amor que pierde al honor El respeto, es vil deseo, Y siendo apetito feo, No puede llamarse amor. Amor se funda en querer Lo que quiere quien desea; Que amor que casto no sea, Ni es amor ni puede ser. D. TELL. ¿Cómo no?
Palabra del Dia
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