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Actualizado: 28 de junio de 2025
En la cumbre gloriosa del Calvario, como un astro radiante, aún fulge el ara, no logró el huracán con sus embates derribar de ella a la deidad preclara... Baja sin miedo con la frente erguida a la candente arena, en que se entablan las luchas de la heróica inteligencia, y ante el bravo adversario avanza, avanza... ¡Oh, no temas caer ante el coloso con el pecho horadado con las balas!
»Al fin, comenzaron allegar algunas de ellas: las viejas del tresillo; después, los hombres que les hacían la partida; luego, la condesa viuda de Picos Pardos, mi madrina, ¡gran charlatana!; en seguida, Aljófar, «nuestro poeta», que ya nos tenía ensordecidos de oírle plañir elegías a la muerte de mi padre, y cansados de atacarle el estómago de pastas y amontillado; Leticia, con su marido... y el subsecretario de Gobernación; Luzán de los Airones, caballero de la más preclara nobleza, pero simple de remache; Sagrario, con un hermoso turco recién llegado a la Legación de Constantinopla, al cual se permitió presentamos, contraviniendo a las órdenes de mi madre, con la disculpa de que aquella noche no era de tertulia casera, sino una de las tres semanales en que se recibía, «con más o menos descaro»; tras esta pareja, otras gentes más o menos simpáticas... En fin, todos menos él..., ¡hasta don Mauricio Ibáñez, con una cantera de pedrería sobre su cuerpo, reluciente, bruñido, acicalado e insinuante, como nunca le había visto yo!
Aunque Ramiro había mirado siempre con aristocrático desprecio a todo aquel que envilecía sus manos en los oficios mecánicos, pensó esta vez que la sabia fabricación de las armas debiera estar exenta de villanía, como faena preclara puesta al servicio de las más altas empresas.
Contaba con su sueldo y algunas viñas y no pocos rebaños en la Almunia de don Godino. Nunca hubiera sido osado a pedir la mano de tan preclara, ilustre y hermosa joven sin poder ofrecerle, ya que no la opulencia, una aurea mediocritas, como había dicho el latino». Doña Anuncia quedó deslumbrada.... ¡Don Godino... mediocritas... la cruz de Isabel la Católica!... Era mucha tentación.
Si os place, Ramiro, concluir como ellos sobre la infame bayeta en la Plaza del Mercado, o iros a remar en alguna galera bajo el corbacho del cómitre ¡adelante!; y así figuraréis en las crónicas como el vil descendiente que arrojó semejante baldón sobre su casa preclara y antiquísima. ¿Soy, por ventura, niño o mujer para dejar a otros la guarda de nuestros derechos antiguos?
Yo quisiera que mi verso condensara el sentir de veinte pueblos hermanados por tu idioma de armonía tan preclara; veinte pueblos troquelados en el fuego de tu alma generosa; veinte pueblos herederos de tu historia y tu nobleza.
Palabra del Dia
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