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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Juan veía cerca de él la cara querida, los hermosos ojos soñadores que evocaba tan a menudo y en el silencio de aquel cuarto de enfermo, una profunda turbación lo invadió.
»Hacía un mes que Carlos había partido, y, fiel a su promesa esta vez, regresó a Sorrento para el día indicado; no encontrándome allí, corrió al castillo de Arcos, y si yo hubiese ignorado su traición, su turbación y su tristeza me la habrían hecho conocer.
El Duque se inclinó en señal de asentimiento, e Isabel, haciendo un esfuerzo para sobreponerse a su turbación, tomó la palabra y dijo con voz trémula: Vuestra Majestad ignora... y Su Eminencia el cardenal ha debido de decirlo... Que ese matrimonio merece la aprobación de Farinelli le interrumpió la Reina; e Isabel quedó estupefacta.
Apeáronse a la entrada de la villa y la atravesaron por el medio, produciendo, como es consiguiente, no poca turbación en ella. Las mujeres salían a las puertas y ventanas contemplando con ansia y curiosidad aquel brillante cortejo de damas y caballeros ataviados con trajes que no habían visto en su vida.
Por fin el joven, en el último grado de la turbación y del desconcierto, se aventuró a hablar, y dijo algo así como buenas tardes... y después: Yo creí que... y luego: De modo que usted, tía... «No, yo no me meto en nada declaró doña Lupe, que estaba sentada como presidiendo . Lo único que he dispuesto es traerla aquí para que frente a frente decidáis... Fortunata, siéntate».
MANRIQUE. ¿Quieres que te lo diga? LEONOR. Sí, lo quiero. MANRIQUE. Ningún temor real; nada que pueda hacerte a ti infeliz ni entristecerte causa mi turbación... mi madre un día me contó cierta historia, triste, horrible, que no puedes saber, y desde entonces como un espectro me persigue eterna una imagen atroz... no lo creyeras, y a contártelo yo, te estremecieras. LEONOR. Pero...
Pero Obdulia, conducida a la desesperación por el creciente rigor de éste, le dijo al fin de un modo terminante que si en el plazo de ocho días no se decidía a acompañarla al convento, se escaparía de la casa y se iría sola. Gran turbación arrojaron estas palabras en el espíritu del joven excusador. Ayudar tan directamente a cometer una desobediencia le causaba repugnancia.
Ricardo la siguió. Los dos marchaban callados. La distancia que los separaba se fue haciendo cada vez mayor, porque Marta ya no andaba, corría. El joven marqués sentía vago malestar y una turbación extraña que le impedían apretar el paso. Estaba enojado consigo mismo.
Luego venía Moreno, mostrando cierta turbación emotiva al saludar á Elena, enredándose la lengua y pronunciando balbuceos, en vez de palabras. Finalmente llegaba Pirovani, con un traje nuevo cada dos noches y llevando algún obsequio á la señora de la casa.
Pero Visita era tambor de marina, como decían ella y la Marquesa; de otro modo, que nadie se la pegaba; conoció la turbación de Ana, y con gran júbilo, confirmó para sus adentros la teoría del pulvisés o sea de la ceniza universal. «Ana tenía celos; luego, tenía amor; no hay humo sin fuego».
Palabra del Dia
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