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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Cuidando de la buena reputación del clero, tuve intenciones de hacerla desaparecer; pero ya Arturo se había apoderado del billete, y al ver yo su turbación, creí un instante, Dios me perdone tan mal pensamiento, que monseñor y su sobrino habían sido rivales, ignorándolo ambos. ¡Pobre niña!... ¡Pobre niña! exclamó Arturo. ¡Qué nobleza, qué generosidad, qué tesoro poseía en ella!

Lucía, sin advertir la turbación de su tío, siguió diciendo: Pero ¿qué digo á su familia? Á la misma Clara es posible que V. la conozca, sólo que ya no se acuerda. Cuando era ella chiquirritita, tal vez cuando ella nació, estaba V. en Lima. Clara es limeña.

Existiendo el sol y las flores ¿qué hacía allí, hablando de cosas que no le importaban?... Pero se repuso pronto de aquella rápida crisis. Cesó de buscar entre los legajos amontonados en el escaño, de hojear papeles para disimular su turbación, y tremolando el primer pliego que encontró a mano, continuó su discurso.

Balbuceó, como si al darse cuenta de su turbación sintiese cierta vergüenza. Daba excusas por su aspecto sencillo, cuando todas las mujeres del buque habían sacado aquella noche sus mejores trajes. Ella no había de bailar, y tampoco gustaba de permanecer sola en el salón mientras su marido jugaba en el fumadero.

Y, sin mirar a otra cosa que aquella a que su gusto le inclinaba, al cabo de tres días de la ausencia de Anselmo, en los cuales estuvo en continua batalla por resistir a sus deseos, comenzó a requebrar a Camila, con tanta turbación y con tan amorosas razones que Camila quedó suspensa, y no hizo otra cosa que levantarse de donde estaba y entrarse a su aposento, sin respondelle palabra alguna.

Fue sólo aquella noche cuando Pedro le preguntó si había leído el billete que de Elisa él le trajera, que Beatriz advirtió la turbación y el desconcertado continente del marqués. ¿Ha ido usted hoy a casa de la señora de Aymaret? le preguntó la señorita de Sardonne. ... y aun hemos tenido una conversación muy larga... y muy interesante. ¡Ah! exclamó aquélla , ¿y sobre qué? Acerca de usted misma.

Hice todo el camino mascando cigarros, que, en mi turbación, me olvidaba siempre de encender... En cuanto llegué a casa, corrí al espejo. Enciendo todas las bujías, echo el cerrojo, cierro los postigos, me examino por delante, por detrás, y de perfil también, por medio de un espejo de mano.

Su turbación fue grande: estaba segura de que había de venir a pasar algún tiempo en la misma ciudad, y le aguardaba impaciente, no por días, sino por horas; pero no imaginaba que viniese a la misma fonda, ni que se alojase en el cuarto de al lado. La sacudida nerviosa que experimentó fue indefinible mezcla de pudor alarmado y esperanza satisfecha.

Cuando Roberto salió de la habitación, un sentimiento de júbilo se apoderó de , una loca alegría que desencadenaba un huracán en mi cabeza, sembraba la turbación en mis sentidos y parecía querer absorberlo todo, mi orgullo, mi independencia, el respeto a misma.

Se aproximó á Ricardo, hablándole sin ningún recato femenil, como si fuese un compañero de su infancia; y el joven empezó á sentir la turbación que esparce el perfume de una carne sana y bien cuidada, la proximidad de una mujer hermosa.

Palabra del Dia

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