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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Su mirada huía de la mía al decirme estas palabras; su voz temblaba; su paso era precipitado... ¡Oh, sí, me ama, me ama!... Siento no obstante una turbación... Me encuentro tan agitado... Todas las noches sueño cosas espantosas... Agosto 15. Me causa vergüenza escribir lo que acaba de sucederme; pero ¿no ha de ser este libro solamente para mí?
¡Que te estés quieta!... ¡vaya!... Tú no te has llevado nunca una solfa buena, y soy yo quien te la va a dar... ¿Y por qué son esas risas estúpidas?... ¿Porque he dicho que me caso? Pues sí señor, me caso porque me da la gana. Tiempo hacía que Maximiliano deseaba hablar de aquella manera con alguien, y manifestar su pensamiento libre y sin turbación.
Te estoy viendo y no deseo más que poder cogerte y encerrarte dentro de mi corazón, abrazándote y apretándote contra mi pecho... fuerte, muy fuerte. Pablo, que había puesto las dos rodillas en tierra, se abrazaba a sí mismo. Yo no sé lo que siento añadió con turbación, torpe la lengua, pálido el rostro . Cada día descubro un nuevo mundo, Florentina.
Sin duda ninguna, señor conde replicó Amaury con cierta turbación; y si Antoñita ama a su sobrino... Pero perdone, ¿no estaba agregado el vizconde a la embajada de San Petersburgo? En efecto, ejerce en ella el cargo de secretario segundo; pero ha obtenido licencia. Entonces, ¿va a venir? preguntó Amaury, no sin cierta brusquedad.
Apartose del aya, condujo a Engracia unos cuantos pasos hacia el fondo del patio, y allí, con el llanto asomado a los ojos y la voz alterada por la turbación, la refirió en pocas palabras la causa de su enojo.
El espectáculo de aquella repentina turbación distrajo al principio al juez del embarazo que sentía al entrar en un camino que no era el recto.
Y sin embargo ese terror no era miedo, sino una turbación deliciosa, un sentimiento que ninguna mina de piedras preciosas podría inspirarme o convidarme a definir, ni el amor mismo, aunque ese amor fuera el tuyo.
Parece que varias personas le avisaron esta novedad i que él se turbó en gran manera i no acertó con su mucha turbacion á proferir la mas pequeña palabra. Pero este suceso es de todo punto falso.
En la turbación en que aquella escena la había dejado, no se daba cuenta ella misma de sus lágrimas. El sonido del timbre en el vestíbulo hízola repentinamente contraer sus cejas; algunos momentos después la puerta se abrió para dar paso al señor de Monthélin. He sabido por el señor de Maurescamp que no salíais hoy y me he atrevido... Sois muy amable... Acercaos al fuego, pues.
Lacante suspiró, y dirigiéndose a Elena, que se había sentado a su lado en una silla baja, le dijo: No te extrañe la turbación de Máximo, pues tiene la mente muy lejos del Colegio de Francia... Viene a participarnos su casamiento con Luciana Grevillois. ¡Luciana!... Elena dijo ese nombre como un grito.
Palabra del Dia
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