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Los escombros de su propiedad le servirían de sepulcro. Y la certidumbre de la muerte en las tinieblas, como un roedor que ve obstruídos los orificios de su madriguera, comenzó á hacerle intolerable este refugio. Arriba continuaba la tempestad. Un trueno pareció estallar sobre su cabeza, y á continuación el estrépito de un derrumbamiento. Un nuevo proyectil había caído sobre el edificio.

La Vanidad y la Idolatría le juran fidelidad, y le prometen su auxilio, para que se eleve sobre todos los reyes de la tierra, y pueda terminar la construcción de la torre de Babel. ¿Quién de tan dulces abrazos, Podrá las redes y lazos Romper? Daniel exclama entonces, con voz de trueno: ¡La mano de Dios!

Benítez escupió un pedazo del puro, que había roto con los dientes, y contestó con la misma sonrisa de antes: A nada. ¡Santa Bárbara! gritó Quintanar cerrando los ojos y poniéndose en pie de un salto. Y tras el relámpago, que le había deslumbrado, retumbó un trueno que hizo temblar las paredes. Cesaron todas las conversaciones, todos se pusieron en pie; Ripamilán y don Víctor estaban pálidos.

Se adivinaba fuera del parque un gran movimiento de tropas. Pasaba otro cuerpo de ejército con sordo rodar de marea. Las cortinas de árboles ocultaban este desfile incesante que se dirigía hacia el Sur. Un fenómeno inexplicable conmovió la luminosa calma de la tarde. Sonaba á lo lejos un trueno continuo, como si rodase por el horizonte azul una tormenta invisible.

El tono de Kernok ya no era duro e impetuoso, sino solamente brusco; de modo que Zeli, viendo que la calma había sucedido a la agitación de su capitán, no pudo por menos que pronunciar un pero... ¿Vas a comenzar con tus peros y tus síes? Ten cuidado... ¡o te arrojo la bocina a la cabeza! exclamó Kernok con voz de trueno y avanzando hacia Zeli.

El galope del caballo que amenaza atropellarnos, el ruido del torrente que nos puede arrebatar, el trueno que retumba y nos anuncia la tormenta, el estruendo del cañón que nos da noticia de que ha principiado una batalla, el ruido de las carreras, de la gritería, de los tambores y campanas, que nos indican el estallido de la cólera popular, la música estrepitosa que nos informa de la alegría causada por una fausta nueva, el concierto dedicado á los placeres del salon, el canto que nos hechiza con melancólicos recuerdos, con sentimientos de esperanza y de amor, el ay! que nos avisa del sufrimiento, el llanto que nos aflige con la idea del infortunio; todo esto nos dice el oido; sobre todo esto nada puede decirnos el tacto.

¡Mía!... ¡Mía!... balbuceó Villamelón; y comprendiendo que con esto soltaba el trueno gordo, pidió a la tierra que se lo tragase. Mas la tierra no tuvo por conveniente darle gusto. Currita avanzó otros dos menudos pasitos, y suavizando más y más su acento, mientras más y más se encolerizaba, añadió: ¿Pero le has escrito, Fernandito?... Villamelón bajó la cabeza anonadado.

Aquella explosión de trueno le hizo recordar los combates del diabólico héroe, del religioso caballero de la Cruz, burlón con Dios y con el diablo, que hizo siempre su soberana voluntad y tan pronto peleó al lado de los suyos como vivió entre los enemigos de la Fe, según sus caprichos y aficiones. No; de éste no renegaba Febrer.

Después, recobrándose súbito, se lanzó sobre el hombre del bastón y sacudiéndole fuertemente por la solapa, le dijo con voz de trueno: ¿Y quién es usted, insolente, para pensar en cosa semejante? Soy el jefe de orden público de la provincia, y le advierto que si usted intenta la menor resistencia, haré uso de la fuerza que traigo.

Martí fue de esos. Hombre montaña desde la cual se puede ver pasar hoy y se verá mejor, a medida que los años vayan limándola, toda el alma compleja y revuelta de esa época de creación y amargura. El hecho de renunciar a todo bienestar por Cuba, hizo resonar su nombre como un trueno, en donde quiera que había cubanos.