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Actualizado: 24 de julio de 2025
Todos los que admiraban sus versos, incluso el glorioso Golbasto, tenían voces iguales á las de los otros humanos, y sus elogios eran siempre idénticos. Pero oirse alabar ahora por este trueno que venía de lo alto y que en el caso de ponerse el gigante de pie podía resonar hasta por encima de las nubes, representaba para Momaren una glorificación casi divina.
REY. Nuño, la vara del rey Hace el oficio del trueno, Que avisa que viene el rayo; Solo, como veis, pretendo Hacer por el rey justicia. NU
Los vientos se estremecían en los bosques o gruñían en los abismos, y en voz impetuosa se confundían en las profundidades de la montaña, con el sonido grave del toque a rebato, el tumulto de la cascada y el estruendo del trueno.
Tan mezclados están, que no hay quien pueda Discernir qual es malo, ó qual es bueno, Qual es GARCILASISTA, ó TIMONEDA. Pero un mancebo de ignorancia ageno, Grande escudriñador de toda historia, Rayo en la pluma, y en la voz un trueno, Llegó, tan rica el alma de memoria, De sana voluntad y entendimiento, Que fue de Febo y de las musas gloria.
El ruido del aire que no se percibía abajo, aumentaba a medida que subíamos, rugía como un trueno en la escalera espiral y hacía temblar encima de nosotros las paredes de cristal de la linterna.
Efectivamente, la voz del gigante, sonando como un trueno desde lo alto, hubiese llamado la atención de todos sus guardianes y hasta de las tripulaciones de los buques de guerra que evolucionaban en plena mar vigilándole. Continuó el gigante su viaje con una roca en cada mano, y el pescador, recobrando sus remos, se alejó hacia el puerto.
Los grandes dioses, entre ellos el P. Irene y el P. Salví, habían llegado ya, es verdad, pero aun faltaba el trueno gordo. Estaba inquieto, nervioso; su corazon latía violentamente, tenía ganas de desahogar una necesidad, pero había primero que saludar, sonreir, y despues iba y no podía, se sentaba, se levantaba, no oía lo que le decían, no decía lo que se le ocurría.
Si hiciera golpear las puertas habría en la mitad de la parroquia un estruendo igual al del trueno. Sí; pero en esas caballerizas pasan más cosas que las que pasan en pleno día, ¿no es cierto, señor Macey? dijo el tabernero.
El primero que habla es Omequeturiqui, y esto con voz alta; el segundo es su hijo y habla con las narices, el último habla Urapo y tiene una voz semejante á un trueno; el Padre es el dios de la justicia y castiga á los malos, ya con un palo, ya con otro instrumento semejante; el Hijo y el Espíritu son los abogados, pero mucho más la diosa.
Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste. No sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía.
Palabra del Dia
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