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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Aplicó el oído a la puerta del edificio, creyendo oír sonar el oro o el crujido de las arcas que se abrían. ¡Ca! dijo riendo burlonamente, ¡si aquí no hay oro ni nada! Dió un golpe en la madera, que devolvió el eco como lejano trueno, y se fué en dirección al río, vacilante a causa del vino.
Nadie... Su vista no distinguió un solo punto movible: todo fijo, inmóvil, cristalizado, como si se contrajese de pavor ante el trueno que seguía rodando en el horizonte. Se encaminó al pueblo, masa de paredones negros de la que emergían varias casuchas intactas y un campanario sin tejas, con la cruz torcida por el fuego.
Además, pronto hizo olvidar al joven sacerdote una noticia estupenda, que retumbó en la catedral como un trueno, poniendo en conmoción a los señores del coro, a la gente menuda de las sacristías, a toda la población del claustro alto. Habían terminado las querellas entre el arzobispo y el cabildo.
Olvidado siempre de sus piernas, o equivocado sobre su valor intrínseco, avanzó hacia la puerta pisando muy fuerte, la abrió y gritó como un trueno: ¡Doña Tula! ¡doña Tula! Al instante se oyó una vocecita lejana: ¿Qué se ofrece, don Oscar? Tenga usted la bondad de venir un instante volvió a decir el cíclope-enano. En seguidita.
Parece interrogar con la mirada la vasta llanura que se extiende, sin un árbol, sin un arbusto, sumida en una obscuridad uniforme. ¡Vigila la esclusa del molino, David! grita hacia la casa con voz de trueno. Están en la pradera; voy a buscarlos. Juan deja escapar una exclamación de horror.
Señor, responde Abdallah, dicen las gentes que es bueno estar con niños cuando truena, y yo digo lo mismo: Bueno es estar con niños cuando retumba el trueno, de copas y convite el estrépito oyendo: que gira á la redonda el escanciano bello mientras nubes coronan los árboles del huerto. ¿Ves las ramas engadas del dulce y grato peso, que el viento las menea, que brillan en el suelo?
Las estrellas brillaban, las olas, al chocar unas contra otras, desprendían tantas luces fosforescentes, que aquella vasta llanura, de un negro sombrío, aparecía casi iluminada por millares de chispas azuladas, y verdaderamente, salvó el levante que mugía más que el trueno, era un hermoso espectáculo.
Pero, señor conde profirió D. Marcelino, Antuña murió porque quiso. ¿Á quién se le ocurre salir de noche de la villa con veinticuatro mil reales en el bolsillo? ¿No conoce usted que es una imprudencia mayúscula? ¡Perfectamente! Hechos aislados, señor conde, hechos aislados... por ahora, hechos aislados. El trueno gordo no tardará en venir.
Deseoso de verle, empezó á gritar lo mismo que en la mañana, seguro de que el traductor vendría en su auxilio. ¡Profesor Flimnap!... ¡Que busquen al profesor Flimnap! Los numerosos pigmeos se miraron inquietos al oir este trueno que hacía temblar el techo, profiriendo palabras incomprensibles.
1066 Los cielos lloran y cantan hasta en el mayor silencio: lloran al cair el rocío cantan al silbar los vientos lloran cuando cain las aguas. Cantan cuando brama el trueno. MARTÍN FIERRO 1067 Dios hizo al blanco y al negro sin declarar los mejores; les mandó iguales dolores bajo de una mesma cruz; mas también hizo la luz pa distinguir los colores.
Palabra del Dia
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