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Actualizado: 9 de junio de 2025
La iracunda exaltación de Juanita no podía sostenerse y se trocó pronto en abatimiento y desconsuelo. ¡Ay Dios mío! exclamó . ¡Ay María Santísima de mi alma! ¿Qué va a ser de mí si hace él alguna tontería muy gorda, se tira por un tajo o se mete fraile? Entonces sí que tendré yo que meterme monja. Pero yo no quiero meterme monja. Yo no quiero cortarme el pelo y regalárselo a doña Inés.
¡Horrible desengaño!... Si el rostro del príncipe de Marruecos era bello como la flor de un tulipán, su alma era débil y pequeña como la planta, y tenía por raíz una cebolla venenosa. El alma hermosísima de Cristela no podía simpatizar con alma semejante. Su antiguo amor se trocó en verdadera repulsión.
La economía se trocó en privación; la comida, sana aunque frugal, se hizo mala, porque era forzoso comprarlo todo más barato; y se suprimió cuanto se asemejaba remotamente al lujo. El mayor regalo del enfermo quedó reducido a tomar, de vez en cuando, un pedacito de merluza, o a traerle para postre de la tienda inmediata dos onzas de queso o bollos de a cuarto.
En su vértigo desatentado, trocó todos los frenos; y viendo las cosas del revés, pidió que se abriera un canal en cada habitante de su provincia, y que se eximiera del pago de la contribución a todas las carreteras de aquel país, como era justo... y contingente, según pensaba demostrarlo.
Pero bien pronto su terror se trocó en sorpresa al ver que, lejos de mostrarse indignado el viejo por haberle visto en compañía de los frenéticos de la Fontana, estaba un poco menos adusto que de ordinario, y hasta llegó á manifestar cierta benevolencia, que era en él cosa muy rara. Aquella noche y á la mañana siguiente volvió Lázaro á intentar la difícil empresa de ver á Clara.
Aquel día, que tan siniestro se presentaba, y que la aparición de Benina trocó en uno de los más dichosos, Obdulia y Frasquito, en cuanto comprendieron que estaba resuelto el problema de la reparación orgánica, se lanzaron a cien mil leguas de la realidad, para espaciar sus almas en el rosado ambiente de los bienes fingidos.
¡Feli... nena mía; respira... habla! ¡Dios mío! ¿qué es esto? Y la golpeaba las manos, tiraba de sus brazos, la soplaba en la boca como si quisiera devolver aire a sus pulmones. Duró esto menos de un minuto, pero al joven le pareció interminable; sentía una angustia casi igual a la de la enferma. Volvió ésta a respirar, y su inmovilidad se trocó de pronto en una agitación loca.
Ya a esta sazón estaban en paz los huéspedes con el ventero, pues, por persuasión y buenas razones de don Quijote, más que por amenazas, le habían pagado todo lo que él quiso, y los criados de don Luis aguardaban el fin de la plática del oidor y la resolución de su amo, cuando el demonio, que no duerme, ordenó que en aquel mesmo punto entró en la venta el barbero a quien don Quijote quitó el yelmo de Mambrino y Sancho Panza los aparejos del asno, que trocó con los del suyo; el cual barbero, llevando su jumento a la caballeriza, vio a Sancho Panza que estaba aderezando no sé qué de la albarda, y así como la vio la conoció, y se atrevió a arremeter a Sancho, diciendo: ¡Ah don ladrón, que aquí os tengo! ¡Venga mi bacía y mi albarda, con todos mis aparejos que me robastes!
Si ama tanto a Dios, ¿por qué hace mal a una pobre criatura de Dios? ¿Es esto caridad? ¿Es religión esto? No; es egoísmo sin entrañas. La cólera de Pepita no podía durar mucho. Dichas las últimas palabras, se trocó en desfallecimiento. Pepita se dejó caer en una butaca, llorando más que antes, con una verdadera congoja.
Trocó los teatros en púlpitos y despidió á los hombres de sus representaciones más corregidos. El argumento y materia daban las tragedias del mundo y los desastrados fines de la vanidad; era el fin de ello no engañar ó entretener el tiempo, sino desengañar las almas y remediarlas. Sandoval, Historia de Carlos V. Calvete, Viaje del príncipe D. Felipe.
Palabra del Dia
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