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Actualizado: 9 de junio de 2025


Cuando éste predicaba, era todavía mayor el placer; y aunque las más de las veces no entendía los complicados conceptos de la plática, el eco de la voz amada era suficiente para llenarla de placer. Tía Juana era demasiado creyente para tener miedo á la muerte. Al llegarle su turno la esperó con serenidad, que luego se trocó en alegría en el momento de entrar el viático.

Aquello me indignó; pero mi indignación se trocó en asombro y en un sentimiento indefinible, mezcla de respeto, de pena y de miedo, cuando observando atentamente las facciones mutiladas de aquel cadáver, reconocí en él a mi tío... Cerré los ojos con espanto, y no los abrí hasta que el violento salpicar del agua me indicó que había desaparecido para siempre ante la vista humana.

La menor frecuencia en el trato produjo un efecto contrario al que D. Fruela deseaba. En las mentes candorosas de él y de ella se trocó en adoración el afecto, y se iluminó y hermoseó con las galas y el esplendor de los sueños la imagen de la persona querida. Así llegaron ambos a cumplir catorce años.

Con motivo del nacimiento del infante D. Felipe Próspero á 28 de noviembre tuvieron la ciudad y el cabildo catedral grandes fiestas, que duraron hasta el año siguiente; pero la temprana muerte de este príncipe trocó en desconsuelo la pública alegría. El real erario, siempre exhausto, exigia nuevos impuestos.

La impaciencia de Paz se trocó en terror cuando, al terminar la semana y sin que ella recibiera carta, se supo en Madrid que la marcha de campaña se había verificado y que las tropas, al dar batalla, habían sufrido numerosas bajas.

Salía de la fonda muy de mañana, comía fuera, paseaba lejos y regresaba tarde. No hubo compañero de Cristeta que tropezase con él. Luego transcurrieron unos cuantos días sin que ella recibiese cartas de su amartelado caballero, lo cual estimuló su impaciencia, y ya comenzaba a darse casi por olvidada, cuando una noche el desasosiego se le trocó en alegría.

El perro del mayordomo del marqués era su enemigo desde hacía largo tiempo. No podía pasar por delante del palacio, fuese de día ó de noche, sin que se arrojara sobre él como un tigre hircano. En otro tiempo habían sido amigos. Sin saber por qué, de la noche á la mañana la amistad se trocó en aborrecimiento. Este cambio brusco, inesperado, le llenó de asombro y dolor.

Un amigo del señor de Pavol dijo en broma un día que a los veinticinco años se parecería rasgo a rasgo a Juno; el nombre le quedó. Mi admiración por mi espléndida prima se trocó en verdadera pasión y mi tío se divertía con mi encariñamiento y mi entusiasmo. ¿No has visto nunca mujeres lindas, sobrina? No he visto nada; como que he pasado mi vida en un desierto.

Tal vez la agitación de su mujer; la repugnancia en que ella trocó la frialdad con que antes le recibía; algunas palabras, algunos suspiros, algún ¡ay! delator que le oyó en sueños, bastaron a ponerle sobre la pista. Una noche, mientras dormía la condesa, su marido se apoderó de la llave del escritorio de su mujer y registró detenidamente cuanto en él encerraba.

Su enojo se trocó en alegría cuando Maxi, al verle en pie, dijo que él también se iba porque era hora de volver a su farmacia. Salieron, pues, juntos, y antes de llegar a la puerta, vio el anciano que le cortaba el paso una figura macilenta y sepulcral.

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