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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Don José la miraba sin moverse de su duro y martirizante sofá; pero su atención se trocó en asombro al ver que la joven se levantaba, se vestía, aunque a la ligera, echándose la bata, se calzaba y se dirigía al mezquino tocador próximo a su lecho. Un terror acongojante y como supersticioso que se amparó del bueno de D. José, le impedía moverse y hablar.
Lo que las musas lloraron este enlace, no es para contado; porque viéndose en la holgura, trocó el escritor los poco nutritivos laureles por la prosáica hartura de su nueva vida; y cuéntase que colgó su pluma de una espetera, como Cide Hamete, para que de ningún ramplón novelista fuera en lo sucesivo tocada.
Algo disgustaba al elegante ir convertido en cicerone de un ente tan grotesco; pero la intimidad con que le trataba el personaje cortesano le hizo ver en el de la aldea un mandarín inculto, una potencia electoral, un reyezuelo de provincia. Su momentáneo desagrado se trocó bien pronto en solicitud deferente y hasta respetuosa.
Tomás Cardoso replicó a Morsamor no con razones sino con quejas. La conversación se fue agriando y se trocó en disputa. Los dos interlocutores estaban solos. Cardoso había echado a rodar todo respeto. Tenía muy poca fe en la elocuencia de sus razonamientos y sobrada fe en la energía de sus puños.
Sabe, pues, que fue en vano que el Rey enviase en su persecución a sus más fieles servidores. No han podido dar con él. Sidarta se ha perdido en el seno de impenetrable y sombría floresta. Allí no es ya el príncipe Sidarta, sino el áspero penitente Sakiamúni. Su elegante traje le trocó por el traje de un mendigo.
De pronto se trocó su espanto en ira, y lanzó a la faz de su amigo estas frases: ¡Y pensar que yo no había nacido para eso!, ¡que estoy en ello porque a ello me han arrastrado contra mi voluntad, y que la única persona que me pide cuentas de mi caída sea la que más fuerte me empujó para caer! ¿Eso es un cargo para mí?
Estos remordimientos, esta compunción y este sonrojo por la culpa tenían, sin embargo, bastante de sabroso y de dulce. ¡Ay, cuán pronto se trocó todo ello en amargura cuando oyó Mutileder lo que en Jerusalén se decía de público en calles y plazas! Para saber lo que se decía conviene tomar las cosas de atrás y entrar en algunas explicaciones.
El llanto de Elvira se trocó entonces en sollozos, y como si aquella pena fuese nueva para ella, sintió en toda su plenitud la primera necesidad de todos los débiles en la desgracia: buscar unos brazos amigos en que arrojarse, un pecho leal en que esconder el rostro lleno de lágrimas...
Casi al mismo tiempo tendió Yonson su temible arco y la flecha detuvo en su vuelo al milano, que empezó á caer velozmente; alzóse gran clamoreo de los espectadores, que aplaudían ambas proezas; pero la aprobación de todos se trocó en asombro al ver que Yonson ponía apresurado otra flecha en su arco apenas disparada la primera y apuntando horizontalmente clavaba á su vez una saeta en la infeliz cigüeña, casi en los momentos de dar ésta con su cuerpo en el suelo.
La expresión de asombro se trocó en dolorida, de tal modo, que María, al contemplar aquel rostro contraído y rebosando de aflicción, no pudo menos de soltar una carcajada sonora y fresca como las que en otro tiempo salían a cada instante de su boca y que poco a poco habían ido cesando, como si se hubiese apagado el foco de luz y alegría de donde se escapaban.
Palabra del Dia
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