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De esta suerte, Hay Benyocdan llevado por mansos vientos, arribó a punto donde, al retirarse la marea, le dejó en seco, en fértil y apacible floresta, en hermosísima isla situada en la línea equinoccial, y en la que no hay hombres ni fieras, sino verdura, flores y frutos y animales tímidos y benignos. Una gacela le cría, como crió a Rómulo una loba, una cabra a Dafnis, y una oveja a Cloe.

Al dejar atras la vastísima floresta se descubren las altas colinas de Montereau, campo de la heróica batalla ganada inútilmente por uno de los mariscales de Napoleon en vísperas de la abdicación de Fontainebleau. Al pié demora la ciudad de Montereau, poblacion algo considerable y de bellísima situacion en la confluencia del Yonne con el Sena, ya engrosado algo por la union de las aguas del Aube.

Apénas, al pasar por entre bosques de encinas y abetos, se ve á un lado la famosa floresta que constituye la especialidad de Fontainebleau, rica en preciosas y aromáticas maderas de ebanistería y construccion, y de una suntuosa hermosura, verde y brillante en la primavera y el estío, variada y melancólica en el otoño.

Los habitantes de esta encantadora población tienen sangre hispana y son generosos y hospitalarios. Admírase allí una riquísima floresta que por todas partes brota, convirtiendo aquella comarca en vergel delicioso que compite en hermosura con los cármenes granadinos.

Era curioso el contraste que hacian esas ruinas imponentes y llenas de recuerdos históricos, con el movimiento de los carruajes que llegaban hasta el pié de los muros, de los criados del restaurador establecido en la desmantelada capilla, afanados por servir á todo el mundo, y de las gentes que llegaban, ostentando su lujo y elegancia, por en medio de las magníficas bóvedas umbrías de la floresta.

«Habitaba en la fortaleza de Almodovar un rey, que yendo un dia de caza, soltó tras una perdiz un halcon muy querido que tenia, en una floresta donde despues andando el tiempo vino á formarse la ciudad de Córdoba.

Cleóbulo está continuamente leyendo, en todo el dia hace otra cosa, tiene una memoria admirable. ¿Quién no pensará con estas buenas circunstancias, que Cleóbulo ha de dar al público alguna obra estimable? Luego vemos que nos sale con una Floresta, ó Jardin, ó Ramillete de varias flores, y acercándose, y mirándole de cerca, no hay en su jardin sino adelfa y vedegambre.

Al venerable reloj de la Floresta Negra que estaba colgado cerca de la cama del doctor, y cuyo despertador estridente había interrumpido más de una vez de un modo desagradable sus sueños de la mañana, no se le había dado cuerda desde el día en que el joven médico adjunto había llegado a Gromowo, «para que yo sepa bien se complacía en decir el doctor que en lo sucesivo mi vida está en reposo

Allí iba D. Joaquín a menudo, ya para inspeccionar la finca, ya para solazarse con algunos viejos amigos en el ejercicio de la caza, a lo que convidaba no corta porción de la tierra que poseía, inculta aún y formando risueña e intrincada floresta, en cuyo seno abundaban los pájaros y no pocos otros animales silvestres, como grandes lagartos y tatúes o armadillos.

Allí le parece que el cielo es más transparente, y que el sol luce con claridad más nueva; ofrécesele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura, y entretiene los oídos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pintados pajarillos que por los intricados ramos van cruzando.