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Actualizado: 7 de julio de 2025
La razón de Estado guía sus correrías. ¡Por algo la fábula presenta á estas bestias como modelos de orden y buenas costumbres! En su avance triunfal, la vanguardia del ejército encuentra á la caída cigarra, y los que vivieron de su trabajo vuelven á vivir de su muerte.
Porque la limpidez de su cutis, la franqueza de su pasión de chica que surgía con adorable libertad de sus ojos brillantes, eran, ya no prueba de pureza, sino de escalón de noble gozo por el que Nébel ascendía triunfal a arrancar de una manotada a la planta podrida la flor que pedía por él. Esta convicción era tan intensa, que Nébel jamás la había besado.
Hé aquí el boceto. Dos fuentes riquísimas en escultura y agua, circuidas por una especie de celaje de polvo, porque tal es la impetuosidad con que el agua brota: en medio de las fuentes, un obelisco egipcio colosal: en torno á la plaza, grandes pedestales con las estátuas de las principales ciudades del reino, sembradas todas las distancias por gruesas farolas de bronce: hácia adelante, el Paris de la otra orilla del Sena, con su aspecto feudal, sus palacios que parecen castillos, sus casas y sus árboles corpulentos y verdes: hácia atrás, los dos palacios que limitan lateralmente la calle Real, y en su fondo el gran templo de la Magdalena, circuido de suntuosas columnas estriadas: á la izquierda, el jardin de las Tullerías, dividido por una verja, coronada á intérvalos de águilas doradas, entre dos pedestales que sostienen caballos de mármol; luego un surtidor del jardin que arroja el agua á la altura de un cuarto ó quinto piso, formando mil ondulaciones caprichosas á impulsos del viento; despues varias calles de árboles simétricos, á través de otras fuentes, hasta cerrarse el horizonte con la fachada del palacio imperial, corriendo una extension de novecientos á mil pasos: á la derecha, los campos Elíseos, por entre cuya hilera de árboles se dilata la vista, hasta detenerse en el arco triunfal de Napoleon, creacion enorme de la riqueza y del entusiasmo.
Aquella imagen de la desesperación, que tan pronto señalaba la boca de los cañones como el cielo, indicando a sus soldados un alto ideal al conducirles a la muerte, era el desgraciado general Dupont, que había venido a Andalucía seguro de alcanzar el bastón de Mariscal de Francia. El paseo triunfal de que al partir de Toledo habló, había tenido aquel tropiezo.
Aquellos ojos de cerdo, recelosos y malignos, que me habían perseguido pocos días antes bajando por la misma escalera, brillaban ahora con expresión de humildad y temor. Pase usted, señor Sanjurjo, pase usted me dijo, quitándose el gorro y haciendo reverencias. Bueno va dije para mí. Y pasé con aire triunfal, mostrándome serio y un tantico desdeñoso, lo cual surtió admirable efecto.
Comió, si no con gran placer, al menos sin hacer ningún asco, mientras el mayordomo la contemplaba fijamente con expresión triunfal. El Canelo participó también del festín, y bien lo tenía ganado, pues por milagro no se le desprendió el rabo á fuerza de menearlo. Vamos, vamos, que ya es hora de ir llegando á la fiesta. Y otra vez emprendieron la marcha, alargando el paso.
Y miraba a su sobrino con tal semblante triunfal y satisfecho, que éste temió perder la razón y darle un golpe con el puño cerrado sobre las narices. Para evitar semejante catástrofe, determinó sentarse a la mesa. Don Ramón quiso hacer lo mismo, pero su esposa le detuvo con un grito: ¡No, Ramón...! Hazme el favor de desinfectarte las manos. ¡Pero, mujer, si no he tocado nada infectado!
La baraja me hace contemplar magnificencias como no las soñaron los cuentistas persas. Sus colores son montones de gemas preciosas. Las más de las veces pierdo y la orquesta me acompaña en sordina, con una marcha fúnebre de hermosa desesperación; pero á los pocos compases, esta marcha se convierte en himno triunfal: la salida del nuevo sol, la resurrección de la esperanza.
Después de haber perdido de vista a los enemigos, continuamos la marcha hacia Bailén, si bien con mucha cautela, pues había la presunción de que los franceses, reforzados con gran número de tropas, caballos y artillería, se nos presentarían de nuevo en mitad del camino, sorprendiéndonos en nuestra triunfal carrera. Así fué, en efecto.
El hombre tiene su monumento en donde tiene su inteligencia, sus creaciones, su familia; donde tiene la patria que le ha dado quien dió astros al cielo. ¿Qué cristal más brillante que el sol? ¿Qué mejor prisma que una estrella? ¿Qué fábrica más espaciosa que vuestros campos? ¿Qué arco triunfal más suntuoso y más magnífico que el firmamento?
Palabra del Dia
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