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Actualizado: 7 de junio de 2025


No podía dudarse que era hija de los heimatshlos errantes y vagabundos, aunque no fuese tan salvaje como ellos. Hullin se lo perdonaba todo: comprendía su carácter, y muchas veces le decía riendo: Mi querida Luisa, con las provisiones que nos traes esas gavillas de hermosas flores y de espigas doradas nos moriríamos de hambre en tres días.

Vamos, mujer, esposa mía, a ver esas alimañas dijo Augusto en tono de paciencia . Desde que me casé contigo me traes sobre un pie. Eras tan amable de polla, ahora de casada tan regañona y exigente... Vamos, vamos, y me pondré un tigre en cada dedo... ¿Qué más? Se te antoja una jirafa. ¡Isidora, Isidorilla!». Ambos se detuvieron mirándose entre risas.

Al ver a su marido, sin volver la cabeza le preguntó: Hola: creí que habías salido ya. ¿Qué traes de nuevo? Gonzalo sacó del bolsillo el periódico, lo desdobló lentamente, y se lo presentó diciendo: Esto. ¿Y qué es esto? preguntó la joven con sorpresa. Un periódico. Ya lo veo... ¿Y qué? Trae una gacetilla muy interesante. Léela. Aquí, en la tercera plana, debajo de estos versos.

¡Cómo! ¿No traes faja? exclamó quedando inmóvil, petrificado. No, señor; no me ha hecho falta. Mañana te pondrás una mía de franela. A me da cinco vueltas. A ti supongo que te dará alguna más. ¡Me dará quince! pensó con desesperación Andrés, que sudaba ya copiosamente dentro de la zamarra.

Malas noticias me traes, Florela, dijo doña Guiomar; en tu semblante las leo: habla, no tardes; ¿qué desdicha tan grande me sucede, que así, por la mucha lealtad que me tienes, te ha puesto? Echáralos yo a palos de lacayos, si señora y no criada fuese, a esos desvergonzados, ingratos y mal nacidos; y poco castigo sería, que su bajeza y su atrevimiento bien merecen la muerte.

, muy hermosa y muy joven dijo el sargento mayor apretando el gesto y retorciéndose los mostachos. ¿Y á qué traes esa mujer á mi casa? ¿Qué? ¿tendrás celos? Pudiera tenerlos. Pues bien, no los tengas, porque esa muchacha es mi hija. ¡Tu hija!

Na me importa que me vean desnúo, con enagüillas y los remos enclavaos, con tal que María de la Luz me orsequie con su voz de ángel...» ¡Loco! decía la joven riendo. ¡Pamplinero! ¡Así me tienes chalaíta con esas mentiras que te traes! Endimpués volví a oírte en la plaza de la Cárcel.

Veremos qué porquerías me traes hoy... Enséñame la cesta... Pero, hija, ¿no te da vergüenza de traerle a tu ama estas piltrafas asquerosas?... ¿Y qué más? coliflor... Ya me tienes apestada con tus coliflores, que me dan flato, y las estoy repitiendo tres días... En fin, ¿a qué estamos en el mundo más que a padecer? Dame pronto estos comistrajos... ¿Y huevos no has traído?

De la casa de la Ciudad y del arco del Triunfo. ¿Y qué traes? Muchas cosas, muy grandes y muy buenas. Mi mujer tomó una friolera y se acostó. Yo empecé á escribir esta desaliñada Revista, que me entretuvo hasta la una y media.

Dígolo porque si esta noche no hallamos los palacios o alcázares de mi señora, agora que es de día los pienso hallar, cuando menos los piense, y hallados, déjenme a con ella. -Por cierto, Sancho -dijo don Quijote-, que siempre traes tus refranes tan a pelo de lo que tratamos cuanto me Dios mejor ventura en lo que deseo.

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