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Actualizado: 7 de junio de 2025
A lomo de unas cuantas mulas traes contigo un tesoro de despojos; oculta en bolsa de cuero, bajo el sayo y pegada a tu carne, llevas gran cantidad de piedras preciosas, de tal valor algunas que podrías, vendiéndolas, adquirir con su precio la mitad de Castilla, o restaurar en todo su esplendor a Medina del Campo, que el ejército fiel a nuestro monarca Carlos de Gante, robó y asoló casi en los mismos días en que nos escapamos nosotros del convento en busca de aventuras.
¡Pero hija, qué líos traes siempre con el papel y la Bolsa y las acciones! exclamó Mariana. Pues los mismos que tú traerías si no tuvieses un marido tan activo que se encarga de calentarse la cabeza para que tú la tengas fresca y descansada.... Vaya, Pepa, no me eche usted piropos, que voy a ponerme colorado dijo Calderón.
En la desgracia se aprende... Muchas veces me callo por no escandalizar; pero por dentro siento algo que me está rallando así, así... muele que te muele... ¡Pues tengo yo un olfato...! Cuando estás faltoncito, si no lo conociera por otras cosas, lo conocería por el perfume que traes algunas veces en la ropa... Otro dato: Una noche traías en el pañuelo de seda del cuello, ¿qué crees?, pues un cabello negro, grande.
¡Mira que aquí hay una sombrita! insistió Melchor encogiéndose tras del cochero. No, voy bien; es que hace calor, no más. ¿No quieres para atajarte del sol... un diario?... le dijo Melchor irónicamente. Y a propósito, ¿los traes? ¡Todos!.... Baldomero que oyó hablar de diarios, aproximó su caballo hasta poner una mano sobre el guardabarro lateral del break y preguntó: ¿Hablan de algo los diarios?
Sí será, sino me niega el cielo El favor que hasta aqui no me ha negado. De mil astucias usa y mil maneras Para traerme á su lascivo intento, Ya me regala, ya me vitupera, Ya me mata de hambre y de miseria. Grande es por cierto, Aurelio, la que tienes. Grande necesidad es la que paso. Rotos traes los zapatos y el vestido. Zapatos y vestido tengo rotos. En un pellejo duermes, y en el suelo.
Cuando se hallaron en la plazuela del Ángel, Salvador tomó el brazo de su amigo y burlonamente le dijo: ¡Pillo!... ¿qué nueva farsa de sociedad secreta es esa? ¿qué trama traes tú ahora entre mano? Poco a poco... pase lo de trama; pero no lo de farsa. ¿Quién te paga? Mucho ahondas, ¡palitroques!
»Por una vela de cera, cuatro reales de vellón. »Por asistencia, dos ducados. »Por derechos de carcelaje, ocho ducados. »Todo lo cual monta la suma de cuarenta y siete ducados y cuatro reales de vellón. Ginés Piedrahita.» Debemos advertir, que de esta cuenta sólo leyó don Juan la suma total. ¿Traes contigo dinero, Clara? dijo don Juan. Sí, por acaso; ¿qué se necesita?
«¿Qué traes por aquí a esta hora?» le preguntó su tía, disimulando su sorpresa.
Desea hablar con el señor duque. Este, iluminado repentinamente por una idea, dijo: Que pase. El cochero que entró era el mismo que le había conducido desde casa de Calderón a la de su querida. Salabert le miró con ansiedad. ¿Qué traes? Esto, señor duque, que sin duda debe de ser de vuecencia dijo presentándole la cartera perdida.
Su deseo de verlo todo adquirió un carácter alarmante. Tú debes tener retratos, cartas de amor. ¡A saber lo que traes de Europa guardado en tus maletas!... Enséñame tus conquistas, viejo mío. Muéstramelas... para que me ría. Luego admiró el camarote.
Palabra del Dia
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