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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Las compañeras más íntimas se habían separado algunos pasos, fijando su atención en el encuentro de los mozos con las máscaras. ; eres Feliciana volvió a decir el joven, cogiéndola las manos . Dime, ¿cuándo volverá tu padre?... No soy Feliciana chilló la máscara con una voz trémula en la que parecía vibrar la cólera . Feliciana tiene las manos más feas que las mías.

Cuando se hubieron reunido a su alrededor y los vio dispuestos a oírle, levantó bruscamente el velo bajo el cual se ocultaba su amigo, y les dijo con voz trémula y dolorosa: «Este es Carlos MunsterPero la palabra expiró en sus labios, sintió que las fuerzas le faltaban y cayó sobre el cadáver.

Pensó que Can Mallorquí estaba muy cerca, y tal vez Margalida, trémula y pegada a un ventanuco, escuchaba estos aullidos frente a la torre, donde estaba un hombre medroso oyéndolos también, pero encerrado como si fuese sordo. No; no más. Arrojó esta vez definitivamente el libro sobre la mesa, y luego, por instinto, sin saber ciertamente lo que hacía, sopló la llama de la vela.

El cocinero abrió con mano trémula el cofre. Apareció primero un paño de seda azul. Levantado aquel paño aparecieron algunos papeles. Levantados aquellos papeles, quedaron largos rollos empapelados. Sacado un rollo y abierto, se vió que le formaban relucientes doblones de á ocho. Contados los doblones resultó que el rollo contenía cincuenta. Contados los rollos, eran cuarenta.

No hay alpiste que valga contra estas cosas. Llega un dia en que, al amanecer, se abren las puertas de una casa, y una jóven baja la escalera, con un envoltorio en la mano, despeinada, trémula, azarosa, paladeando sin cesar, porque la saliva pegaba sus labios; esa jóven atraviesa furtivamente algunas calles, mira hácia atrás y vuelve á correr, hasta que llega á un punto en donde un hombre la esperaba.

Al volver a casa presentábase el papelillo azul, que abría ella con mano trémula: «Sin novedadPodía respirar, podía dormir, como el reo al que se libra por el instante de una muerte inmediata; pero a los dos o tres días, otra vez el suplicio de lo incierto, la terrible tortura de lo desconocido.

El venerable veterano se levantó inmediatamente que nos vió entrar, y nos alargó una mano trémula; pero que aún conserva el santo calor del cariño. No habiamos terminado los primeros cumplidos, cuando el viejo tenia los ojos arrasados en lágrimas.

Entonces se levantó Carmen, y trémula y sonrojada, se adelantó hacia el joven, e inclinando los ojos, le dijo: , Pablo, te pedimos perdón; yo te pido perdón por lo de hace tres años ... yo soy la causa de tus padecimientos ... y por eso, bien sabe Dios lo que he llorado. Te ruego que no me guardes rencor. La joven no pudo decir más, y tuvo que sentarse para ocultar su emoción y sus lágrimas.

Al llegar al cuarto de la Rumalda, planchadora, viuda, con su madre enferma en un camastro y tres niños menores que andaban en el patio enseñando las carnes por los agujeros de la ropa, Torquemada soltó el gruñido de ordenanza, y la pobre mujer, con afligida y trémula voz, cual si tuviera que confesar ante el juez un negro delito, soltó la frase de reglamento: «D. Francisco, por hoy no se puede.

Pasó la mano trémula por el escondite, tratando de imaginarse que era posible que sus ojos lo hubiesen engañado; después metió la vela en el agujero e hizo una inspección minuciosa, temblando cada vez más.

Palabra del Dia

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