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Actualizado: 20 de mayo de 2025


¿Es usted de aquí? preguntó con voz trémula, temiendo que su curiosidad fuese repelida por el desprecio. , señor se limitó a contestar la señora. Pues es particular. Nunca la he visto a usted... Nada tiene de extraño. Llegué ayer. ¡Ya decía yo!... Conozco a todas las personas de la ciudad. Me llamo Rafael Brull, y soy hijo de don Ramón, que fue muchas veces alcalde de Alcira.

Pero ahora, no; ahora ha quedado relegada a completo olvido. Porque la señorita se halla trémula de emoción. Se va a presentar en sociedad; está por asomarse al mundo.

Pero un beso ahogó las palabras en sus labios. ¡Mi hija, mi hija, mi hija querida! dijo la viuda con voz trémula ; calla, calla, no llores. No irás al convento. Ya no más penas, no más dolores, alégrate. Mañana serás feliz. No irás al convento. Ríete, ponte contenta. Mañana verás a tus enemigos arrastrarse a tus pies e implorar tu piedad.

Sonó ésta, sin embargo, y trascurrieron algunos minutos después sin que el guapo pareciese. Pasó media hora, pasó una, y nada. Entonces la gallarda tabernera, abrasada el alma de despecho, subió á su cuarto y se quitó, mejor dicho, se arrancó con mano trémula el vestido de gala.

Pero ¿cómo podía hablar así el joven ministro, cuando con cada domingo que pasaba sus mejillas se volvían más pálidas, su rostro más delgado, y su voz más trémula; y cuando ya se había convertido en hábito constante oprimirse el corazón con la mano? ¿Estaba fatigado de sus labores? ¿Deseaba morir? Estas preguntas le fueron solemnemente hechas al Sr.

La duquesa miró a su salvadora con los ojos nublados de lágrimas, y Manuela siguió mientras pudo al lado del coche, diciendo, trémula de gozo: ¡Adiós, señora! ¡Qué lejos que estamos ya los pobres y los ricos! ¡Cuánto más valían aquellas buhardillas cuando vivíamos unos cerca de otros pa conocernos y querernos!

Obedeció Candido con profundo respeto; y puesto que estaba confuso, que tenia trémula y flaca la voz, y que aun le dolia no poco el espinazo, contó con la mayor ingenuidad quanto desde el punto de su separacion habia padecido.

Aquellas cartas que la enferma había garrapateado con su mano trémula, aquellas cartas en que a veces ponía besos para su madre en un cuadro mal dibujado debajo de la firma, aquellas cartas que la duquesa había regado con sus lágrimas, fueron registradas sobre una mesita del salón, como un juego de naipes, por un viejo depravado y una mujer perversa.

Después, te vas a la casa de Castro Pérez, y le avisas que dentro de veinte días, o los que sean, según lo convenido, tendrás que separarte de allí, y ¡ya está! Y agregó un poco trémula y conmovida: Mira: siento que nos dejes; pero la razón me dicta que te deje ir; que no te impidamos lo que vas a hacer.

Pero, vamos, hijo mío: ¿por qué engañar a tantas, por qué engañar a tantas antes de fijarse en aquella que ha de ser su esposa? El amor no es un juego; con el amor no hay que jugar. Es cosa muy seria. Para una persona de buenos sentimientos y de alma noble y elevada, no hay más que un amor, sólo uno. En la vida no se ama de veras más que una vez. La voz de la anciana se iba poniendo trémula.

Palabra del Dia

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