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eres injusto contigo mismo en esto, dijo Ester con dulzura. te has arrepentido profunda y amargamente. Tu falta ha quedado relegada á una época que hace tiempo ha pasado para siempre.

Más ó menos pronto, esta industria de armadía, actualmente relegada á los más lejanos é inaccesibles montes, dejará de existir.

El harigue se oculta, se talla ó pulimenta; la nipa deja el campo al hierro ó la teja, quedando aquella relegada á zonas especiales; el lugar del maestrillo lo ocupa el hábil arquitecto imprimiendo gusto y seguridad á las nuevas construcciones, que guardan dentro de sus muros ricos mobiliarios que responden á las nuevas aficiones tantos años desconocidas.

Las bases fundamentales que conforme á los progresos de la ciencia y á las leyes de la historia estamos obligados á implantar de un modo enérgico en Filipinas, si hemos de españolizarlas, están claramente marcadas en aquellos principios sociológicos que huyendo de las utópicas teorías de nuestras antiguas leyes, hacen de la industria y el comercio el más seguro agente para la divulgación del progreso, quedando la fuerza relegada á mero auxiliar de la obra civilizadora que se ejecuta.

A la inofensiva mazamorra la tenemos relegada al olvido, y como dijo mi inolvidable amigo el festivo y popular poeta Manuel Segura: Yo conozco cierta dama que con este siglo irá, que dice que a su mama no la llamó nunca mama, y otra de aspecto cetrino que, por mostrar gusto inglés, dice: yo no se lo que es mazamorra de cochino.

No era de temer ya la sorpresa de un nuevo varón que de la noche a la mañana volviera a despojarla de sus recobradas preeminencias; pero es indudable que las hubiera dado mayor importancia, y por muy distinto motivo que entonces, si el suceso que se las restituía hubiera ocurrido en aquellos tiempos en que las inexplicables injusticias de su madre la tenían relegada a los últimos rincones de la casa.

Pero ahora, no; ahora ha quedado relegada a completo olvido. Porque la señorita se halla trémula de emoción. Se va a presentar en sociedad; está por asomarse al mundo.

Allí inventé un cañón que no llegó a dispararse, porque todo Londres, incluso la Corte y los Ministros, vinieron a suplicarme que no hiciera la prueba por temor a que del estremecimiento cayeran al suelo muchas casas. ¿De modo que tan gran pieza ha quedado relegada al olvido? Quiso comprarla el Emperador de Rusia; pero no fue posible moverla del sitio en que estaba.

El imperio de la belleza no tiene rebeldes. La fea, que «plancha» por serlo, tiene dos causas de aflicción: la primera es una herida de amor propio al verse relegada; la segunda envuelve una pesadumbre más profunda y definitiva. Expliquemos su psicología. Ninguna persona, y menos aún una señorita, naturalmente optimista, tiene una idea exacta de su fealdad. La naturaleza nunca es cruel del todo.