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Actualizado: 16 de junio de 2025
Nada nos agradó tanto en esas horas de banquete ó mesa comun como el gracioso tipo de las mujeres que servian, pues en Interlaken el servicio de la mesa es femenino y esta proscrita la peste de los garçons vestidos de baile, tiesos y ceremoniosos como dandys de cocina.
Y continuó la conversación entre el ama y la sirvienta, mientras ésta, con delantal blanco y haciendo crujir los bajos almidonados y tiesos de su saya, iba del aparador a la mesa, colocando el centro de plata Meneses con sus grupos de flores, las pilas de platos de charolada blancura, las botellas talladas del agua y el vino, y las copas esbeltas, casi aéreas, con su pie azul, y tan frágiles, que sobre el mantel no trazaban sombra alguna.
Cuando te veo en los salones tan perfumado y elegante, hecho un dije de reloj, ¡no sabes lo que daría por achucharte, por chafarte la camisa, por meter las manos entre esos pelos tan rizaditos y engomados ¡simploncillo! y ponerlos tiesos como un escoba! Eres tonto de remate; como sabes que eres guapo no hay quien te sufra...» Al fin Miguel halló el medio de reconciliarse con su madrastra.
En el pescante iban el cochero y Patón. Dentro, Novillo y Apolonio, tiesos, sin cambiar palabra, como dos fetiches llevados a extender el culto a nuevos territorios. Así transcurrió una hora; una hora prolongada, estirada, adelgazada en una hebra interminable y perezosa, como si estuviese hilada con ritmo lentísimo por las yemas de unos dedos rígidos y entumecidos: los cascabeles de las yeguas.
Se atacan con encarnizamiento, se cruzan, se enlazan, se anudan y se retiran tiesos, para volver a embestirse después que pasa una vigésima parte de segundo. ¡Lástima que Isidora no tuviera su espíritu aquella noche en disposición de atender a las sabias enseñanzas de su padrino! Estaba aburridísima. Habían pasado tres meses sin que su situación variara sensiblemente.
Sus facciones son tambien algun tanto diferentes: en ámbos sexos se encuentran, una cabeza grande, una cara ancha, pero ménos llena que la de los Chiquitos, los juanetes de esta mas pronunciados, una frente escasa y ligeramente combada, una nariz corta, chata aunque poco ancha, y sus ventanas muy abiertas, una boca mediana, labios poco gruesos, ojos pequeños y horizontales, orejas chicas, cejas estrechas y arqueadas, cabellos negros, largos, nada finos y muy tiesos.
Es hombre ya entrado en días, grueso y bajo, muy moreno, con narices enormes y unos cabellos tiesos y erizados como los de un jabalí. No gasta pelos en la cara, pero se afeita de tarde en tarde, lo cual da mayor realce á su rostro, espléndidamente feo.
Era tardo de palabra, y de voz áspera y recia; y mientras las emitía, muy acentuadas y con cierto repicoteo de pronunciación, se tiraba dulcemente de una patilla con los dedos de la mano del mismo lado, apiñados, tiesos y algo temblorosos, como si por allí buscara el chorro de verbosidad, que no salía por ninguna parte, y daba a sus ojos asombradizos una expresión tan rara, que podía dudarse si pedía con ellos misericordia o reclamaba un aplauso.
Pero ya le pondría él las peras a cuarto al señor país, representado en aquellos dos señores tiesos, que en todo querían meterse, que todo lo querían saber, como si él, el eminentísimo Rufete, estuviera en tan alta posición para dar gusto a tales espantajos. Le miraban atentos, y con sus ojos investigadores le decían: «Somos la envidia que te mancha para bruñirte y te arrastra para encumbrarte».
Una mañana, dos días después de la visita de Ido, Blas avisó que en el recibimiento estaba el hombre aquel de los pelos tiesos. Quería hablar con la señorita. Venía muy pacífico. Jacinta fue allí, y antes de llegar ya estaba abriendo su portamonedas.
Palabra del Dia
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