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Actualizado: 23 de junio de 2025
Respondíales pocas veces. Cuando lo hacía era con breves palabras displicentes. Al fin, sacando el reloj, dijo: Son las tres. Quedan tres cuartos de hora. ¿Quién quiere echar un tresillo? Tres de los amigos se fueron con él a la sala de juego. No tardaron en rodearles los demás. La broma siguió lo mismo que en el salón. ¡Miradle, cómo le tiembla la mano!
¿Cómo representarnos la figura de esa mujer ante la justicia, sino representándonos una mujer vestida de luto, que baja los ojos, que tiembla, que no puede hablar y que despues se muere de dolor? ¿Cómo concebimos la idea de esa hija que arrastra serena la mirada aturdida de su padre; que le pide, que le provoca, que le acusa, que le denomina usurpador de su trabajo: cómo concebir la idea de esa hija, repito, sin concebir la idea de una sierpe ó de un tigre?
Pero sus notas van debilitándose también; el bombo, que hasta entonces había hecho discretamente su parte, suena más fuerte, en cambio, porque sus sordos golpes llegan más lejos que los otros sones. Caminan juntos en silencio; ni uno ni otro se atreve a hablar. El brazo de Gertrudis tiembla bajo el de Juan; éste contempla las brumas de reflejos verdosos que se alzan de las praderas.
Sus lágrimas son cada vez más abundantes y su cuerpo tiembla todo; busca un apoyo y se inclina hacia atrás. Juan lanza un grito de angustia, y, de un salto, se precipita para recibirla en sus brazos. ¡Por el amor de Dios, Gertrudis! dice con la voz trémula, respirando con esfuerzo. Un sudor frío cubre su frente.
LEONOR. Duerme tranquilo, mientras rugiendo atroz sobre tu frente rueda la tempestad, mientras llorosa tu amante criminal tiembla azorada. ¿Cuál es mi suerte? ¡Oh Dios! ¿Por qué tus aras ilusa abandoné? La paz dichosa que allí bajo las bóvedas sombrías feliz gozaba tu perjura esposa... ¿Esposa yo de Dios?
Las nueve.... Dice que es cosa urgente.... Parece que viene asustada... le tiembla la voz.... El Magistral se puso del color de su madre, y en pie como por máquina: Que entre, que entre.... Doña Paula dio media vuelta y salió al pasillo. Antes acarició a su hijo con una mirada de compasión de madre. Entra... dijo a Petra que, toda de negro, esperaba, con la cabeza inclinada sobre el pecho.
No he sabido lo que te amo hasta esta tarde, en que creí que te ibas para siempre. La enferma movía con pereza una de sus manos y acariciaba la cabellera crespa de Maltrana, lamentándose de la forma aterradora de la crisis, como si ésta fuese un acto de su voluntad. ¡Pobrecito! decía lentamente ¡qué susto te he dado! Aún se te conoce en la cara; estás pálido, te tiembla la voz.
Con suspiro tenue y quedo tiembla aún de sus ansias al compás.
Ordenados los escuadrones, les dirigió Taric una plática semejante á esta: «¡Oh muslimes! ¿veis ese poderoso ejército bajo cuyos pies tiembla la tierra, i que hace resonar los aires con el crujido de las armas, con el estruendo de las trompas i atambores, i con los alaridos con que se anima á la pelea? ¿Veis cuan mayor es en número al de nosotros?
Sobre todo cuando se llevan la mano al corazón y mueven la cabeza a un lado y a otro y les tiembla la voz, le digo a usted señor de Barragán que es cosa de comérselos. En vida de mi difunto no perdía una sesión, porque era primo hermano del portero mayor; pero ahora ya ve usted... las cosas han cambiado, y los parientes gracias que le saluden a uno en la calle.
Palabra del Dia
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