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Actualizado: 23 de junio de 2025
Cuando en la vida ocurren dificultades, el mutuo amor se ve diariamente acibarado. Tiembla el uno por el otro; tiemblan los dos por los hijos; la felicidad se ve comprometida á cada instante; asusta el día de mañana; se tienen remordimientos de haberse unido. Yo he comprendido esto á fuerza de imitación, y también me parece que lo he leído en no sé qué libro.
Allá, las calesas rojas, cubiertas de ricos dorados, vuelan arrastradas por un caballo rápido, cuya cabeza está cargada de plumas abigarradas y de cascabeles que resuenan a lo lejos; aquí, el pavimento tiembla y gime bajo el peso de ocho mulas cuyos arneses resplandecen de cifras y de escudos de armas de plata, y que arrastran un coche pesado y macizo, rodeado de lacayos con las magníficas libreas de un grande de España y precedido de picadores de trajes deslumbrantes.
El viejo Duchêne se arrojó sobre el loco para estrangularlo; pero éste, más fuerte de lo que podía pensarse, lo rechazó, y, alzando el palo con furia, nos dijo: «¡De rodillas, esclavos, de rodillas! Mis ejércitos avanzan... ¿Oís?... La tierra tiembla. Estos castillos, el Nideck, el Haut-Barr, el Dagsberg, el Turkestein, tenéis que reedificarlos... ¡De rodillas!»
Para el corazón atribulado que tiembla y espera, los tiempos no han variado, y en medio de la obscuridad de la noche, la que llora y ruega ve en el faro el altar y el mismo Dios. G
El ánimo os persigue embebecido, altérase el aliento acompasado y el corazon redobla su latido; una lágrima ensancha el pecho ahogado, surge, tiembla en el párpado encendido y cae... ¡Al alma se la habeis robado! Columpiarse veíala en mis sueños al blando soplo de la dulce brisa, y llegaba su voz hasta mi oido clara y distinta.
Este se estremece; su rostro enrojecido se pone lívido; en sus ojos brilla un resplandor de espanto; tiembla, extiende los brazos como para defenderse, y retrocede, vacilando, dos o tres pasos. Martín siente que se apacigua su cólera. El deplorable espectáculo despierta su compasión. Sigue a Juan, y, reteniéndole por el brazo, le dice con voz llena de ternura: Ven, hermano; es tarde; vamos a casa.
La batalla del 10 de marzo entre los soldados de Angereau y los del general austriaco Bianchi, a las puertas de la población, se observa con todas sus peripecias en el hogar desgraciado de la atribulada madre que tiembla por la vida de su familia.
«Muy honrado caballero Es don Diego; pero sea El que ha de ser vuestro yerno Tal, que al hábito os suceda Como á vuestra noble casa.» 215 Entonces don Diego, vuelta La color en nieve, dice, Y de ira y cólera tiembla: «Tan bueno soy como el Duque.» Yo con ira descompuesta 220 Respondo: «Los escuderos, Aunque muy hidalgos sean, No hacen comparación Con los príncipes; que es necia.
De repente se siente ruido en la chimenea: la dama tiembla, mira, y ve que de ella sale saltando por encima de los leños encendidos, un hombre tiznado: en su delirio cree que es el negro: domínanla al mismo tiempo el estupor y la concupiscencia. La luz se apaga. ¡Pataplum!... ¿Qué les parece á ustedes esta situación?
Columpiado por los brazos de Dios mismo, blandamente, sólo en vela me mantengo. Una amarga y honda cuita me carcome el alma toda, lentamente... lentamente. Calma intensa. La luz tiembla, porque siente el martirio de los vientos, que irrumpieron desde fuera en la calma de mi estancia, a encerrarse prisioneros en elásticos fragmentos y perderse, en un bostezo, vagamente, en la distancia.
Palabra del Dia
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