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Actualizado: 17 de junio de 2025
Y así seguía el tendero del Mercado, ensartando sus frases rebuscadas ante la admiración ingenua de su esposa, que veía en él un ser superior. Y mientras seguía su curso la conversación, sonaba a cada instante la campanilla de la puerta. Eran tarjetas de felicitación, que la señora miraba satisfecha, dejándolas sobre el velador de modo que pudiesen leerlas sus visitantes.
Trataba en vidas y era tendero de cuchilladas, y no le iba mal. Traía la muestra de ellas en su cara, y por las que le habían dado concertaba tamaño y hondura de las que había de dar. Decía: «No hay tal maestro como el bien acuchillado»; y tenía razón, porque la cara era una cuera y él un cuero. Díjome que me había de ir a cenar con él y otros camaradas, y que ellos me volverían al mesón.
Jóvenes en traje ligero de casa juegan á la sipa, hacen ejercicios gimnásticos valiéndose de trapecios improvisados: en las escaleras se sostiene un asalto entre ocho ó nueve, armados de bastones, picas, ganchos y lazos, pero asaltantes y asaltados no se hacen daño por lo general; los golpes paran de rebote sobre la espalda del chino tendero que en la escalera vende comistrajos é indigestos pasteles.
Aquí declamó mucho el padre contra el feroz empeño que muestran hoy tantas personas por salir de su clase y elevarse sin mérito suficiente: el tendero, sólo porque se enriquece, pretende ser marqués; el usurero, duque; el sargento, general, sin ir a la guerra, y las mozuelas desvergonzadas, damas y grandes señoras.
Jamás había incurrido en estas vulgaridades de tendero rico el señor marqués, ni su familia le había visto tan polilla ni tan desmañado. A ratos se encerraba en su despacho y ensayaba a toda voz desde el sillón de su mesa, con la salvadera en la mano, los párrafos culminantes de su discurso. Le salía tal cual; pero le costaba mucho trabajo estamparle bien en la memoria.
Ahora comprendo; sólo que como eres tan misterioso... insinuó Balmisa, guiñando maliciosamente un ojo a dos testigos mudos, uno el director de un diario republicano local, en donde colaboraba el sastre, y otro un tendero de pasamanería, que se reían disimuladamente de Belarmino .Has querido decir que la república es un desiderátum, la conciliación de los contrarios y el fiel de la balanza de Astrea.
Arruinó al par, y después á un consejero del Parlamento, y luego á un caballero de San Luis, y después á un tendero de la calle de San Honorato, explotó cuanto pudo su hermosura hasta los veinticinco años, en que rica y célebre, se casó con un hermoso oficial de mosqueteros que encontró inoportuno pedir honra á una dama tan hermosa, tan rica y tan pretendida. El duque había logrado su objeto.
Juanita advirtió que el tendero murciano trataba de tomarle el pelo, valiéndose de una expresión que ahora se emplea en estilo chusco, y, como era poco sufrida, empezó a perder la paciencia y dijo bajando la voz, pero aguzando cada una de sus palabras como si fuese una lanceta: Es, déjese usted de bromas insolentes, tío marrano. Piense usted bien mi proposición y verá que le tiene cuenta.
Como don Andrés ignoraba el concierto de Juanita con el tendero murciano, venció su repugnancia a dejar impunes ciertos delitos, y entre otras ofertas, hizo a Juanita la de dar los ocho mil reales para que no fuese acusado Antoñuelo. Ya no necesito el dinero, señor don Andrés dijo Juanita . Don Ramón ha recuperado lo que se le debía y ha prometido callarse.
Ya había conseguido que Tónica le llamase Juanito, y no señor Peña, con aquel acento ceremonioso que hacía reír; pero aún no se había decidido a corresponder a su tuteo, y le plantaba siempre un «usted» como una casa, asegurando que le causaba rubor hablarle de otro modo.... ¡Qué inocente! ¡Como si él no fuese hijo de un antiguo tendero del Mercado! En fin, todo se andaría.
Palabra del Dia
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