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Es casi seguro que mis lectores se cansarán de estos sermones indigestos; pero me atrevo á suplicarles indulgencia, en gracia al menos de la buena intencion con que lo hago. ¡Quién sabe si alguna mujer, al ver estas líneas, sale del abismo de la perdicion, del abismo del lujo, de la idolatría de los aderezos, de las joyas y de las galas! ¡Quién sabe si mis fervorosos consejos pueden hacer algun bien en el mundo!

Harto ya de revirados y yoparás, que el pregusto de la huída tornaba más indigestos, deteníase aún por falta de revólver, y ciertamente, ante el winchester del capataz. ¡Pero si tuviera un 44!... La fortuna llególe esta vez en forma bastante desviada. La compañera de Cayé, que desprovista ya de su lujoso atavío lavaba la ropa a los peones, cambió un día de domicilio.

Jóvenes en traje ligero de casa juegan á la sipa, hacen ejercicios gimnásticos valiéndose de trapecios improvisados: en las escaleras se sostiene un asalto entre ocho ó nueve, armados de bastones, picas, ganchos y lazos, pero asaltantes y asaltados no se hacen daño por lo general; los golpes paran de rebote sobre la espalda del chino tendero que en la escalera vende comistrajos é indigestos pasteles.

Se despepita por ellas... pensó el razonador, penetrando en el establecimiento, sin ver nada de lo que en él había . Come dátiles... luego no está mala; los dátiles son muy indigestos. Y puesto que ella los come, la causa del no salir, no es enfermedad... Luego, es otra cosa... Y viendo entrar a Izquierdo, volvió a mirar su reloj. «Ha tardado doce minutos.

Para oir en una hora, en un momento, la voz de una mujer, de una hermana, de una madre: mira que no tenemos que comer; mira que no podemos pagar al casero; mira que es necesario abandonar esos papeles indigestos, y buscar recursos, tal vez pedir, quizá sufrir la afrenta de quien vale menos, porque sirve menos, porque está mucho más distante de los altos fines que la vida humana tiene que cumplir en el mundo.

Todos le juran por lo más sagrado que guardarán el secreto, y, por fin, el hombre empieza á contar la cosa con mucha obscuridad; excitado por los oyentes, se decide á ser claro, y les encaja tres ó cuatro bolas de tente-tieso, que los otros se tragan con avidez, desbandándose en seguida para ir á vomitarla en otros grupos: tan indigestos son esta clase de secretos.

De aquí surgen análisis indigestos, obscenidades escandalosas que seducen á los hijos de Cervantes; por último, el viento glacial de la Noruega nos envía en forma dramática aéreos simbolismos que estremecen de gozo á la Italia, ¡á la Italia, donde han nacido Virgilio y Petrarca, Rafael y Tiziano!