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Harto ya de revirados y yoparás, que el pregusto de la huída tornaba más indigestos, deteníase aún por falta de revólver, y ciertamente, ante el winchester del capataz. ¡Pero si tuviera un 44!... La fortuna llególe esta vez en forma bastante desviada. La compañera de Cayé, que desprovista ya de su lujoso atavío lavaba la ropa a los peones, cambió un día de domicilio.

Cuando estén más cerca... comenzó Cayé. Una bala de winchester pasó silbando por la picada. ¡Entrá! gritó Cayé a su compañero. Y parapetándose tras un árbol, descargó hacia allá los cinco tiros de su revólver. Una gritería aguda respondióles, mientras otra bala de winchester hacía saltar la corteza del árbol. ¡Entregáte o te voy a dejar la cabeza...! ¡Andá no más! instó Cayé a Podeley. Yo voy a...

Al cabo es preciso persuadirse de que Inglaterra es todo en primera línea, excepto espiritual y artística, pues sus géneros de trabajo son los que los especuladores llaman positivos, como, si todo lo que es útil en el mundo no produjese riqueza. Las mas importantes ciudades del tránsito, entre Southampton y Lóndres, son las de Winchester y Bishopstoke.

Y tras nueva descarga, entró en el monte. Los perseguidores, detenidos un momento por las explosiones, lanzáronse rabiosos adelante, fusilando, golpe tras golpe de winchester, el derrotero probable de los fugitivos. A 100 metros de la picada, y paralelos a ella, Cayé y Podeley se alejaban, doblados hasta el suelo para evitar las lianas.

Cada uno toma su fusil, elige su blanco y a un tiempo se hace fuego. Las armas que se emplean son carabinas Rémington, Spéncer, Winchester, etc.

Los perseguidores lo presumían; pero como dentro del monte, el que ataca tiene cien probabilidades contra una de ser detenido por una bala en mitad de la frente, el capataz se contentaba con salvas de winchester y aullidos desafiantes. Por lo demás, los tiros errados hoy habían hecho lindo blanco la noche del jueves... El peligro había pasado. Los fugitivos se sentaron, rendidos.

Al monte; quiero recorrerlo un poco repuso Benincasa, que acababa de colgarse el winchester al hombro. ¡Pero infeliz! no vas a poder dar un paso. Sigue la picada, si quieres... O mejor, deja esa arma y mañana te haré acompañar por un peón. Benincasa renunció. No obstante, fué hasta la vera del bosque y se detuvo. Intentó vagamente un paso adentro, y quedó quieto.