Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 17 de junio de 2025


Cuando alguna vez le decía don Mateo, que pasaba siempre en su tienda algunas horas: Severino, ¿vamos a preparar algo para la víspera de San Antonio? ¡Para qué, don Mateo, para qué! respondía el tendero con desaliento. Una iluminacioncita de doscientos faroles nada más, un globo y algunos cohetes. ¿Quiere usted que nos cueste a nosotros el dinero como la fiesta de Santa Engracia?

No habrá entonces dinero, ni Banco, ni Bolsa; no habrá más que servicios mutuos, toma y daca. Que yo necesito un jamón, el comestible A o el comestible B: me voy a la tienda, y me encuentro que el tendero necesita etiquetas, anuncios. Pues ahí va, y venga. El sastre hará pantalones al zapatero, y el zapatero le hará zapatos al sastre. Es un organismo sencillísimo, brutos.

En suma, dudo que hubieran ustedes podido encontrar a otro igual a este tendero pagano entre los cristianos de su clase en San Francisco. Algunas personas más había allí. Un juez de la Audiencia Federal, un oficial superior del Gobierno, un rico comerciante y un editor.

Al emprender su marcha por el Despoblado, pensó Rosalindo al mismo tiempo en el Cristo de Salta y en la Pacha-Mama. Las dos sangres que existían en él le daban cierto derecho á solicitar el amparo de ambas divinidades. Entre sus antecesores había un tendero español de Salta, y el resto de la familia guardaba los rasgos étnicos de los primitivos indios calchaquies.

¿Dónde pasaré distraído esta tarde gris dominguera? ¡Está bien! La tienda de Sid'Omar se encuentra abierta... Entremos en casa de Sid'Omar. Sid'Omar tiene tienda y, sin embargo, no es tendero.

Después tuvo esto por un disparate y se fijó en una amiga suya, casada con Moreno Vallejo, tendero de novedades de muy reducido capital. Dicha señora gastaba un lujo estrepitoso, dando mucho que hablar. Había, pues, un amante. A Jacinta se le puso en la cabeza que este era el Delfín, y andaba desalada tras una palabra, un acento, un detalle cualquiera que se lo confirmase.

Los jueves la concurrencia era mucho mayor y solía haber dos y aun tres mesas de tresillo. Venían el alcalde, cuatro o cinco de los mayores contribuyentes y el tendero murciano don Ramón, que era la persona más acaudalada del lugar después de don Andrés. Venían, por último, don Pascual, el maestro de escuela, y don Policarpo, el boticario.

Por Navidad, cuando se empezaban a armar los puestos de la Plaza, el pobre tendero no tenía valor para estarse metido en aquel cuchitril oscuro. El sonido de la voz humana, la luz y el rumor de la calle eran tan necesarios a su existencia como el aire. Cerraba, y se iba a dar conversación a las mujeres de los puestos.

Admiróse Sancho de verse nombrar por su nombre y de verse abrazar del estranjero peregrino, y, después de haberle estado mirando sin hablar palabra, con mucha atención, nunca pudo conocerle; pero, viendo su suspensión el peregrino, le dijo: ¿Cómo, y es posible, Sancho Panza hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?

El tendero murciano conoció la tontería que había hecho, pero conoció igualmente que tenía fácil enmienda, y explicó al de la carátula que los papelitos que allí escribiese y firmase ningún valor tendrían, porque habían de ir, para que valiesen, en hojas dispuestas de cierto modo y arrancadas de un librejo que él se había dejado en casa. Nada le valió con todo para apaciguar al de la carátula.

Palabra del Dia

cabalgaría

Otros Mirando