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Actualizado: 17 de junio de 2025


Con este propósito se presentó en casa del tendero murciano, que la recibió estando con su mujer, doña Encarnación, solos en la trastienda.

El tendero había preparado petardos y los bomberos, igualmente aptos para apagar que para encender, se habían encargado de las bengalas que debían iluminarlas arboledas del jardín. El salón pequeño había sido prudentemente reservado por la señorita Guichard para el caso de que alguien se sintiera fatigado ó indispuesto en medio de aquellos regocijos, y allí fué á donde ella se dirigió.

Sólo habían transcurrido algunos meses, pero estaban ya lejanos para Cuadros aquellos tiempos en que el tendero de costumbres tranquilas y rutinarias se indignaba al saber que su hijo iba a los bailes y le esperaba tras la puerta empuñando fieramente la vara de medir. A las cuatro de la tarde entraban las de Pajares en el paseo de la Alameda.

Más adelante al licenciado Velasco de la Cueva. Por último llegaron á casa de D. Marcelino. La tienda estaba ya iluminada. ¿No ve usted qué amigos son de la claridad en mi casa? exclamó el tendero en tono que no expresaba ninguna satisfacción. ¿Quiere usted pasar, D. Octavio? No tardará la gente en llegar. Con mucho gusto. Pase usted, D. Marcelino. Pase usted, D. Octavio.

Porque su papá no era como usted, partidario de ese general de estaño que usted quiere tanto. ¿Y cómo lo es mi tío Ramón? ¡Bah! su tío Ramón es un zonzo; ni tiene opinión ni sabe dónde tiene la nariz; le tiembla a la tigra, y a usted le ha dicho eso algún tendero adulón de los de por acá que conoció a su papá. Pero ¡qué! ¿papá hizo algún mal a ese señor?

Los celos siguieron sepultados en el más profundo silencio por los que los causaron y los padecieron: por don Andrés, Juanita y don Paco. Y los delitos de Antoñuelo y los medios que don Paco empleó para remediar unos y frustrar otros hubo interés en callarlos, y se logró que los callaran el tendero y su mujer, únicas personas a quienes interesaba decirlos.

La pobre señora lloraba y se tiraba de los pelos, suplicando a su fiel amiga que arase la tierra en busca de los pocos duros que hacían falta, para tirárselos al rostro al bestia del tendero, y Benina se devanaba los sesos por encontrar la solución del terrible conflicto. «Mujer, por piedad, discurre, inventa algo le decía la señora, hecha un mar de lágrimas . Para las ocasiones son los amigos.

Creyó en la posibilidad de conmover a aquel tendero de las Cambroneras al que tanto debía. Su salvación, por el momento, estaba allí, ya que en Madrid todos eran invisibles, como si el frío endureciese las conciencias, como si la paralización de la vida aislase a los hombres en su egoísta bienestar. Regresó a casa.

Hay el honor del soldado, el honor del tendero y el honor del noble que no me permite ser el abuelo del pequeño Gómez. ¡Ah! ¡el señor de Villanera pretende legitimar a sus bastardos! Eso es Luis XIV puro, pero nosotros no estamos aliados a la familia Saint-Simon. ¡Cincuenta mil francos de renta!

Para Rafaelito y las hermanas, todas las alianzas eran medianas; pero tratándose del hijo de Melchor Peña, el tendero del Mercado, todo resultaba bien. Podía casarse con una criada de la casa, sin que doña Manuela sintiera un leve roce en aquella susceptibilidad tan despierta para los otros hijos. La buena señora llegó por fin a darle a entender con palabras sueltas lo que él se recelaba.

Palabra del Dia

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