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He aquí el secreto de que nuestro señorito se hallase sentado tan á sus anchas al lado de la hermosa Carmen. Esta noche he soñado continuó Octavio en voz apenas perceptible que te habías muerto. Estabas tendida sobre un lecho de hojas de laurel y sándalo y tenías ceñida la frente por una corona de azahar.

Vivía en una especie de desequilibrio moral y de tensión nerviosa que me tenían á merced de los impulsos de mi desesperación y de mi cólera. Te vi llegar loco de angustia, después de haber perdido cuanto tenías y debiendo pagar una suma en el círculo, so pena de ser expulsado, y te di mis alhajas para empeñarlas como te hubiera dado mi vida si me la hubieras pedido.

Cuando la tortilla dió vuelta confieso, hijo, que me alegré y le puse un cirio á San Rafael bendito, porque eres un gitano falso, traidor, sin vergüenza, y me tenías á la pobrecilla fatigaita, y porque, sin razón, delante de los amigos, la corrías como una mona. ¡Ajá! San Rafael tuvo lástima de ella y te dió lo que merecías. Ya sabes lo que son ducas. En la cara las llevas señalás.

SANCHO. A me parecen años. Señor, viendo que tenías, Sea porfía en que has dado, O sea amor a mi Elvira, Fuí hâblar al rey castellano, Como supremo juez Para deshacer agravios. D. TELL. Pues ¿qué dijiste de ? SANCHO. Que habiéndome yo casado, Me quitaste mi mujer. D. TELL. ¿Tu mujer? ¡Mientes, villano! ¿Entró el cura aquella noche? SANCHO. No, señor; pero de entrambos Sabía las voluntades.

Todo lo tenías, posición brillante, nombre respetado, influencia, crédito, y todo lo has perdido, por querer abarcar demasiado, por glotón, por insaciable... Si yo debí retirarme en abril de los negocios: en saber retirarse a tiempo del juego, está el quid de la suerte; pero, todos creíamos que esto iba a durar, que la mina era inagotable... El doctor, empujándome siempre.

»Me limité a recomendarla que no se olvidase de bajar bien abrigada. Así acababa de prometérmelo cuando entró su padre a verla. »Cuando, a las diez, salimos juntos del aposento, me dijo el doctor: » Ya has tenido ocasión de ver que he fiado en tu palabra, porque te he dejado solo con ella. Comprendí que tenías que decirle muchas cosas.

Las ocasiones faciles y leves Que el lascivo regalo al alma invia, Tienen de persuadirte y derribarte, Y al vano y torpe amor blando entregarte. Es este el levantado pensamiento, Y el proposito firme que tenias, De no ofender á Dios, aunque en tormento Acabases tus torpes tristes dias?

Sentose don Claudio Fuertes delante del pupitre; cogió pluma y papel, y escribió en un credo algunos renglones que leyó después a don Alejandro Bermúdez, y decían así: «Mi querido sobrino: Por las sospechas que apuntas en tu carta del tantos, es posible que te convenga mejor que el hospedaje que en esta casa tenías y tienes a tu disposición, el que te reserva en la suya la persona que te fue con la noticia que ha dado origen a tus temores, si es que persistes en tu propósito de venir a Villavieja; pues pudieras haber variado de parecer después de considerar que no tienes derecho alguno ni autoridad suficiente para hacerme la pregunta y las reflexiones que me haces en tu mencionada carta.

Mario, reprimiendo a duras penas la risa, le saludó afectuosamente, y lo mismo su esposa. ¿Conque se conocen ustedes? preguntó la augusta señora. ¡Muchísimo! respondió el escultor . Somos íntimos amigos hace bastante tiempo. Doña Fredes dirigió una mirada de sorpresa a su hijo. ¿Y por qué no me has dicho que tenías por amigo a un artista de tanto mérito?

No cómo tenías paciencia para aguantar tal retahíla de mentiras y sandeces... Y ahora se sale con vender novedades... ¡qué porquerías serán esas! Te aseguro que me daba un asco... La entrada del Sr. de Pez cortó la serie de observaciones que sin duda habían de ilustrar el asunto.