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Actualizado: 24 de junio de 2025


Si Rosa hubiera tenido algunas nociones de coquetería, no la hubiera engañado aquel señorito con su cara seria y sus modales diplomáticos: muy pronto advertiría que le temblaban las manos cuando iba a entregarle algún objeto, y se le escapaban de los ojos miradas relampagueantes y codiciosas.

Temblaban los cristales, rompíanse los bancos, y el suelo se conmovía. No era de envidiar la situación del bedel á quien se encomendaba el peligroso encargo de encerrar en el número once á los condenados á este castigo después de la refriega. Por eso, toda atención con ellos le parecía poca antes de dar vuelta á la llave que los aseguraba.

Vetas de sombra temblaban sobre los transeúntes, pero ninguno de éstos se paró para ver salir el cortejo; corrían y se esfumaban como fantasmas. En la plaza Libertad, los troncos de los árboles habían crecido desmesuradamente, las ramas formaban como una selva que se sumergía en un cielo borroso. Subió con Julio al único carruaje que aguardaba frente a la iglesia.

Viéndolos estoy, decian ámbos juntos; contemplad como se cargan, como se baxan y se alzan. Así decian, y les temblaban las manos de gozo de ver objetos tan nuevos, y de temor de perderlos de vista. Pasando el Saturnino de un extremo de confianza al opuesto de credulidad, se figuró que los estaba viendo ocupados en la propagacion.

Sobre el llano y en el bosque flotaban como velos rosados; hilos plateados temblaban silenciosos en el aire; el río llevaba un manto de vapor, una paz religiosa se cernía sobre todo el paisaje. Me fui al bosque, pues jamás podía encontrar suficiente soledad para soñar a mis anchas.

En ese instante se abrió muy suavemente la puerta de la cocina, y por la abertura, no más ancha que la mano, ella se escurrió en la habitación. No se había quitado el delantal; su rostro estaba tan blanco como él, y los labios le temblaban. Bienvenido seas, Roberto le dijo tímidamente por detrás, pues él se había vuelto hacia .

Así permanecieron mucho tiempo: María Teresa, apoyada en el respaldo del banco, con una mano en el rostro y la otra perdida en el manguito; Fernando de pie, intentando infundirla valor con palabras incoherentes. Los dos temblaban de frío sin darse cuenta de ello, estremecidos por el viento glacial que hacía oscilar los focos de luz.

El soldado parecía no poder dar un paso más, y muy despacio dejó caer el fusil con la culata hacia el suelo. La punta de la nariz del recién llegado la nariz de la señora Lefèvre relucía como el bronce; sus rubios bigotes temblaban; cualquiera hubiera pensado en uno de esos gavilanes grandes y flacos a los que el hambre lleva a las puertas de los establos en invierno.

¡Qué cosas!... ¿Y no te comerías le propuso Fortunata , un muslito de gallina, una ruedita de merluza, una croquetita? Sólo de oír hablar de comida se ponía peor Mauricia. Le temblaban mucho las manos, y de rato en rato le daban como ataques de asfixia, siendo su respiración muy difícil, y quejándose de irresistible calor.

En la calle hacía calor y ellos temblaban de frío en esta pieza magnífica, donde jamás habían penetrado los rayos solares. Ulises intentó hacer fuego en una chimenea de mármol de colores, grande como un monumento, y tuvo que desistir, medio ahogado por el humo. Para ir hasta la doctora tenían que atravesar un sinnúmero de habitaciones abandonadas y en fila.

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