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Actualizado: 20 de julio de 2025


El llegaba también. La noche huía, y con palidez tétrica la luz temblaba sus fulgores últimos envueltos en la agónica tristeza. Oye el reo anhelante... ¡Ya es el alba! ¡Son los soldados que a llevarle llegan! ¡Es la hora tenebrosa de la muerte...! ¡La muerte misma que fatal se acerca!

Una carcajada sonora animó con sus interminables ondas la tétrica obscuridad. ¡Si es Cupido! ¡el amigo Cupido!...le conozco en la voz. Tía, tía; no llores más, ni te asustes ni reces; aquí viene el dios del Amor en una barquilla de nácar a prestarnos auxilio. Rafael se sentía intimidado por aquella voz ligeramente burlona que parecía poblar la obscuridad de mariposas de brillantes colores.

Ninguna falta de los pies tenías para los altos vuelos que emprendiste. Fuiste toda una mente geométrica, fórmula abstracta, puro pensamiento, que nos hablaba en nuestra noche tétrica con una voz de sibilino acento. A la tienda llegó del adversario, razonador, sin altivez ni reto. Si no cambió su juicio refractario, mucho fué que ganara su respeto.

No vacilé más: busqué a mi tío, le hallé en su cuarto cerca de un brasero, hojeando unos papeles, tosiendo mucho y moviéndose mal debajo de la espesa ropa que le abrumaba, a la tétrica luz de la media tarde y al ruido ingrato de las celliscas y de los truenos que no cesaban afuera. Me anuncié preguntándole desde la puerta si podía hablar con él cuatro palabras sin molestarle.

Acompañábala un siniestro rebramar, y una luz tétrica que apenas me dejó ver el estrago de su choque contra el obstáculo inconmovible de los montes, sobre los cuales se deshizo en negros y deshilados jirones. ¿Qué sería de los infelices errantes por sus cumbres y laderas?...

La sombra melancólica del P. Enrique cruzó por su mente, entristeciéndola. Miró la imagen del Cristo muerto y se le antojó que se parecía al P. Enrique. Era de día claro. Entraba el sol por la ventana, y sin embargo, sintió cierto temblor al mirar el Cristo. Acudió a él precipitadamente y le cubrió con el otro cuadro. Como para apartar de toda imagen tétrica se miró entonces al espejo.

Por dicha, yo me consuelo y tranquilizo con sospechar que, tanto en el sardanapaleo como en el lloriqueo, tanto en las culpas como en los castigos, hay abundancia de filfa y camelo. Ni se divierte uno tanto como dice, ni suele exclamar de corazón ¡qué tétrica es la vida! después de haberse divertido. En ambos extremos hay ponderación jactanciosa: pose y blague. Lo peor es el pesimismo.

Al poco tiempo y después de haber bebido un enorme vaso de agua con vinagre, después de haber logrado con grandes esfuerzos obtener una serenidad aparente, la duquesa dijo á la joven dama de honor: ¡Ya se ve! ¡es tan tétrica esta cámara! luego, esas ventanas que golpean... el ruido de la lluvia... y además... antes de dormirme leía Los miedos y tentaciones de San Antonio Abad.

El aspecto de la habitación, tan austero que rayaba en lo pobre; su puerta y las inmediatas, cerradas con llave; aquel hombre extenuado, envuelto en un ropaje burdo y desaliñado, sobre el que destacaban la cara lívida, de ojos hundidos y relucientes, y las manos cadavéricas; aquella alacena de fondos negros, y en otro fondo de ella, más negro aún, una caja de hierro oculta por una trampa más o menos ingeniosa; una luz tétrica iluminando la estancia, y fuera de ella los bramidos del huracán, me estaban pareciendo en conjunto un pasaje de melodrama, en el cual desempeñaba yo un papel de galán joven, protegido del desalmado usurero, por uno de esos incomprensibles antojos del corazón humano.

Bien conocía yo la causa del milagro. Como conocía la de que Facia, al revés de todos los demás, anduviera tan alicaída y tétrica las pocas veces que se dejó ver en la cocina.

Palabra del Dia

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