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Actualizado: 20 de julio de 2025
Todos los hombres del cortijo que no habían salido a los trabajos de campo más de una docena contemplaban con un asombro que tenía algo de infantil a aquel personaje terrible, obsesionados por la tétrica fama de su nombre. ¿Pueen yevar la jaca a la cuadra pa que descanse un poco? preguntó el bandido. Gallardo hizo una seña, y un mozo tiró de las riendas del animal, llevándoselo.
Jacinta, que había visitado algunas casas de corredor, no había visto ninguna tan tétrica y mal oliente. «¿Qué, te asustas, niña bonita? le dijo Guillermina . ¿Pues qué te creías tú, que esto era el Teatro Real o la casa de Fernán-Núñez? Ánimo. Para venir aquí se necesitan dos cosas: caridad y estómago».
Llegó la media tarde, sombría, oscura, tétrica y como preñada de horrores para cuantos la contemplaran con ojos como los de mis recelos. Ni nevaba ni ventaba ya, ni se oía una voz, ni una pisada ni un golpe, ni a la casona ni al pueblo se encaminaba alma nacida por ninguna senda de las visibles.
A las diez de la mañana concluía Estupiñá invariablemente lo que podríamos llamar su jornada religiosa. Pasada aquella hora, desaparecía de su rostro rossiniano la seriedad tétrica que en la iglesia tenía, y volvía a ser el hombre afable, locuaz y ameno de las tertulias de tienda.
Y rápidamente se vió otra vez con todos sus muebles sobre el carro, errante por los caminos, en busca de lo desconocido, para crearse otra existencia, llevando como tétrica escolta la fea hambre, que iría pisándole los talones.... ¡No! El rehuía las cuestiones, pero que no le tocasen el pan de los suyos. Ya no sentía inquietud.
Más le habría gustado a la buena mujer verle travieso, enredador e indomable como en su niñez, que observar aquella indolencia taciturna, aquella tétrica quietud, semejante al acecho de las bestias carnívoras, en las cuales la paciencia es precursora de la ferocidad. «¿En qué piensas, animal? le decía bruscamente . ¿Vas a inventar la pólvora o qué?
Dirá usted acaso que en sus sonetos hay algo parecido á la moral de la fábula de la hechicera Arleta; que de ello dan prueba las cuatro últimas palabras del último soneto ¡Que tétrica es la vida! Pero yo, en honor de la verdad, no descubro dicho sentimiento en usted, y si le descubro, es expresado débilmente y como ahogado en los pormenores que preceden á las dichas cuatro palabras.
¿Qué más hacer podrías, con entera eficacia, sino saber, heroica, triunfar en la desgracia, y dar un santo bálsamo de paz a tu orfandad? La vida es así: mezcla de gozo y agonía... A la tétrica noche, sucede el claro día, y al día placentero, la triste obscuridad...
El caso es que luego se descubre que la madre no es madre; no; el padre es el que no es padre; pero hay un veneno, y luego viene el otro, y el hijo o la madre matan al padre o al hijo. ¡Hombre! Eso debe ser de mucho efecto. ¡Ya lo creo! Y hay una tempestad y una decoración obscura, tétrica, romántica... en fin, con decirle a usted que la dama ayer en el ensayo no podía seguir hablando. ¡Ui!
Nueve veces, señora respondió tétrica, sepulcralmente, la Esfinge ; nueve... ¡nueve mil puñaladas! Para las últimas, no había en el corazón un sitio sin una herida ensangrentada. Ya no le parecía a la marquesa tan fea ni tan extraña aquella mujer. La carga de tales y de tantos dolores lo justificaba todo a sus ojos.
Palabra del Dia
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