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Bueno... y ahora ¿qué se hace con perderse... con ir a la cárcel, mujer? Pero mujer... mira, considera.... No considero, no miro nada.... Este diálogo duraba mientras cruzaron las dos amigas el páramo de Solares en dirección al barrio de Arriba, por donde suponía Amparo que iba Baltasar acompañando a las de García hasta su casa.

Estoy seguro de que bastará una sola palabra para hacerle venir á y con él á su mujer. Á esta afirmación la señorita Guichard se estremeció, porque veía su verosimilitud. Toda su combinación estaba fundada en un resentimiento que, gracias al rencor de que suponía animado á Roussel debía ser definitivo.

«¿Perdona usted también a esa mujer de quien se suponía ofendida, y a quien usted ofendió de palabra y de obra, con o sin motivo?». Este perdón que era de los duros. Callose la santa observando a la diabla intranquila. Esta tenía la cabeza echada hacia atrás, moviéndola sobre la almohada con cierta inquietud, y sus miradas vagaban por el techo.

Con razón o sin ella, le atribuía indiferencias e imposibilidades de ídolo; la suponía extraña a cualquiera de las adhesiones que inspiraba; la colocaba en un aislamiento quimérico; y esto bastaba para satisfacer al secreto instinto que, a pesar de todo, existe en el fondo de los corazones menos ocupados de ellos mismos, a la necesidad de imaginar que Magdalena era invencible y no amaba a nadie.

Quevedo tomó una espada, una daga y dos pistoletes, después de cerciorarse que estaban cargados, y se los puso en el talabarte; á seguida salió de la cámara y abrió una de las puertas que suponía de balcón; pero se había engañado, aquella puerta tenía detrás una fuerte reja.

Malo y horrible era haber lastimado el alma de don Braulio por la satisfacción de verse idolatrada, según ella suponía; pero era peor y más horrible el haber motivado la tragedia por una vanidad sin fundamento; por haberse engañado ella a misma, creando en su fantasía una adoración y un amor que eran para otra mujer y no para ella. Beatriz se mordió los labios de vergüenza y de despecho.

Con la superioridad que le prestaba la experiencia de la vida abordada por los lados más dificultosos, en el más grande de los escenarios, y según el progreso moral que suponía en su discípulo, había elevado poco a poco el tono de sus consejos. Sus lecciones se convertían ya casi en conversaciones de hombre a hombre.

Reflexionó en silencio, queriendo coordinar sus recuerdos confusos; pero asustada ante el esfuerzo que esto suponía, añadió por su cuenta: Imagínate una guerra. ¡Qué horror! La vida social paralizada. Se acabarían las reuniones, los trajes, los teatros. Hasta es posible que no se inventasen modas.

Toda la parentela suponía que los señores de Santa Cruz tenían puestas sus miras en alguna de las chicas de Casa-Muñoz, de Casa-Trujillo o de otra familia rica y titulada. Pero Barbarita no pensaba en tal cosa. Cuando reveló sus planes a D. Baldomero, este sintió regocijo, pues también a él se le había ocurrido lo mismo.

Pero ésas no me las dijo, me las ofreció a la vista. Mientras tomamos café se bebió una botellita entera de cognac. Y hablando, hablando, también advertí que el conde no era muy fuerte en geografía. Saliendo a cuento el viaje de Cúchares a Cuba, si yo no entendí mal, D. Jenaro suponía que Buenos Aires estaba muy próximo a esta isla.