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Actualizado: 19 de junio de 2025
Raúl se reservó la misión ardua y delicada de arrancar el consentimiento de la principal interesada, pero la cosa fue más fácil de lo que se suponía.
Extendía las manos como para apoyarse en un punto y retroceder mejor. El espacio iluminado era para él como un inmenso abismo en el cual se suponía próximo a caer. El instinto de conservación obligábale a cerrar los ojos. Excitado por Teodoro, por su padre y los demás de la casa, que sentían la ansiedad más honda, miró de nuevo; pero el temor no disminuía.
Había recordado súbitamente que Isidora pleiteaba con una casa noble. ¡Cielo santo!, aquella casa era la de Aransis, sí, recordaba haber oído vagas noticias sobre ello, porque Isidora hablaba de su pleito sin nombrar jamás a la marquesa. Sin duda las cosas importunas dichas por Bou al visitar las salas habían ofendido a la joven, que se suponía heredera y lo era sin duda de tan ilustre familia.
Todos callábamos, y los más fijaban una triste mirada en el sitio donde se suponía que nuestros compañeros abandonados luchaban en aquel instante con la muerte en espantosa agonía. No acabó aquella travesía sin hacer, conforme a mi costumbre, algunas reflexiones, que bien puedo aventurarme a llamar filosóficas.
El día siguiente lo pasó Amaury esperando una carta que, según él suponía, no dejaría Antoñita de enviarle para pedirle explicaciones acerca de sus palabras de la noche anterior; pero en vano se cansó de aguardar.
Búscamele por Dios, Gabriel, tráemele aquí o dile de mi parte que me interesa hablar con él de un asunto que es de vida o muerte para mí. Efectivamente, nadie sabía el paradero del noble inglés, aunque se suponía que estuviese en Cádiz.
¡Explicadme, explicadme, señora! dijo el duque con cierta magnífica majestad, porque suponía que todo aquello no era más que un prefacio de costumbre. Si yo no hubiera necesitado de la protección de una alta persona, cuando Montiño me trajo de vuestra parte el regalo que tengo al cuello... ¡Ah, señora!
Doña Inés, además, no veía nada alarmante en el suceso, y a ella misma y a sus amigos don Andrés y el padre Anselmo se lo explicaba del modo más natural. Suponía y decía con sigilo que su señor padre, aunque estaba sano y bueno y tenía más facha de mozo que de anciano, había empezado a envejecer, claudicar y flaquear por el meollo; culpa quizá de lo mucho que con él trabajaba y estudiaba.
Miraba D. Álvaro al cielo por la ventana y decía que estaba diáfano y estrellado; pues en seguida se suponía que estaba helando, y se lamentaba grandemente la reunión, porque las heladas iban á secar toda la siembra. Pasaba un muchacho cantando por delante de casa; pues no faltaba uno que exclamase: «¡Sí, canta, canta, que lo que es este año vamos á tener tiempo para llorar!»
Su idea del poder, de la misión providencial de los reyes, y principalmente la semejanza que suponía entre el soberano visible y el Rey de los cielos, dábanle un poco de aliento.
Palabra del Dia
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