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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Hasta le reconocía algunas cualidades de formalidad y buen sentido, que le hacían estimable en cierta medida. La que continuaba envuelta en el misterio era mi futura suegra. Había en su carácter algo indefinible que despertaba recelos. En alas de la imaginación podía llegar a sospecharse en aquella figura menuda y pálida, sonriente y compasiva, un carácter de tragedia.
En el momento de entrar Benina, acababan un juego, y antes de echar otra mano, el hijo de Doña Paca tiró sobre la mesa los asquerosos naipes, que en mugre competían con las manos de los jugadores; se levantó tambaleándose, y con media lengua y finura desconcertada, de la que suelen emplear los borrachos, ofreció a la criada de su suegra un vaso de vino. «Quite allá, señorito, yo ya he bebido... Se agradece...» dijo la anciana, rechazando el vaso.
Rió forzadamente, dirigiendo una mirada inquieta a Calderón. Si insistía, aquella pánfila era capaz de repetir en voz alta la atrevida frase que acababa de decirle. Por supuesto siguió Pepa que yo me meto lo menos posible en sus reyertas. Ni voy apenas por su casa. ¡Uf! ¡Me crispa el hacer el papel de suegra!
Pidiole perdón por no haberle confiado aquel secreto, y advirtió con grandísima pena que su suegra no se entusiasmaba con la idea de poseer a Juanín. «¿Pero tú sabes lo grave que es eso?... así, sin más ni más... un hijo llovido. ¿Y qué pruebas hay de que sea tal hijo?... ¿No será que te han querido estafar? ¿Y crees tú que se parece realmente? ¿No será ilusión tuya?... Porque todo eso es muy vago... Esos hallazgos de hijos parecen cosa de novela...».
Por lo demás, estaba él orgulloso de su categoría de atorrante: no tenía casa y no pagaba alquileres; no tenía criados y no le robaban y vendían; no tenía suegra, ni mujer, ni hijos, que le quemaran la sangre; ni negocios, que le preocuparan; ni amigos, que le engañaran; sobre él no pesaban impuestos ni carga alguna.
Resolviéronse el duque y la duquesa de que el desafío que don Quijote hizo a su vasallo, por la causa ya referida, pasase adelante; y, puesto que el mozo estaba en Flandes, adonde se había ido huyendo, por no tener por suegra a doña Rodríguez, ordenaron de poner en su lugar a un lacayo gascón, que se llamaba Tosilos, industriándole primero muy bien de todo lo que había de hacer.
Pues yo, Pepa, quisiera que fuese usted mi suegra dijo Cobo, mirándola a los ojos codiciosamente. Bueno, se lo diré a mi hija, para que se lo agradezca. ¡No, si no es por su hija!... Es porque ... me gustaría que usted se metiese en mis cosas. ¡Bah, bah! déjese usted de músicas replicó la de Frías medio enojada.
34 No penséis que he venido para meter paz en la tierra; no he venido para meter paz, sino espada. 35 Porque he venido para hacer disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra. 37 El que ama padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.
Los trajes blancos, los cuellos flojos, las gorras de viaje, los zapatos de lona, no aparecían esta mañana. Isidro se encontró en un rellano de la escalera con el doctor Zurita, que marchaba cual un pastor majestuoso, respetado y jamás obedecido, tras el rebaño femenil de su familia: señora, cuñadas, suegra e hijas.
Una pensión pequeña, bastará. ¿Qué diría usted de 80 pesos? » Concedido respondí, dando gracias a la Providencia por haberme dado una suegra tan razonable. »¡Ay! la hora del desengaño llegó rápidamente. »Ante mis ojos espantados desfilaron cifras amenazadoras: »200 pesos para los gastos de una criada. Susana había sido demasiado bien educada, para hacer ella misma los quehaceres de la casa.
Palabra del Dia
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