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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y así pasaba las tardes, inmóvil y silencioso, tomando mate tras mate, rodeado de familias que le contemplaban con admiración y miedo. Cada vez que subía á caballo para estas correrías, su hija mayor protestaba. «¡A los ochenta y cuatro años! ¿No era mejor que se quedase tranquilamente en casa? Cualquier día iban á lamentar una desgracia...» Y la desgracia vino.

Su antecesor rara vez subía al púlpito, y el verle a él en la cátedra del Espíritu Santo casi todos los días, despertó la curiosidad primero, después el interés y hasta el entusiasmo de los fieles. Su elocuencia era espontánea, ardiente; improvisaba; era un orador verdadero, valía más que en el papel, en el púlpito, en la ocasión.

Cuando se decidía por una falda corta que apenas le llegaba á las rodillas, inventaba inmediatamente, á guisa de compensación, unas mangas muy largas y un cuello que subía hasta sus orejas.

12 Y pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, mujer de Judá; y Judá se consoló, y subía a los trasquiladores de sus ovejas a Timnat, él y su amigo Hira el adulamita. 13 Y fue dado aviso a Tamar, diciendo: He aquí tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas. 15 Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro.

Pero entonces luchaba solo, no arriesgando sino el propio bienestar, mas ahora, que tenía seres débiles y queridos que proteger... Cual otro Sisifo, subía por tercera vez la montaña, con el peso de su honradez sobre los hombros, expuesto a la acometida del agio, que le acechaba y le echaría a rodar al menor descuido.

Así que le acribillaron un brazo y un pecho, pidió compasión y descubrió, debajo de un arca enorme, el famoso escondrijo, trampa hábilmente disimulada por medio de una tabla igual a las demás del piso, pero que subía y bajaba a voluntad.

Al poco rato dibujose la figura de la vagabunda en lo más hondo que se podía ver del horrible embudo. Choto, después de husmear el tragadero de la Trascava, subía describiendo las mismas espirales. La Nela subía también, pero muy despacio. Detúvose, y entonces se oyó su voz que decía débilmente: ¿Señor?... Que subas te digo.... ¿Qué haces ahí? La Nela subió otro poco.

Sentí que se me desgarraba el corazón, que la sangre se me subía al cerebro. Al apearme del caballo , sin quererlo, el cadáver de mi madrina. Estaba velado con un lienzo blanco. Andrés me recibió en sus brazos. ¡Bien te lo decía el corazón! Vacilante, sin saber lo que hacía, me dirigí a la sala, apoyado en el noble servidor que no podía contener los sollozos.

Temo que me haya comprendido mal, o mejor dicho, que no me haya comprendido. , señor conde; le he comprendido perfectamente dijo Amaury. Y salió, saludando por segunda vez y haciendo con la mano un ademán para indicar que no había que agregar una palabra a lo que habían hablado. Cuando subía al cupé pensaba casi en voz alta: ¡Ah, miserable Felipe!

Nadie subía por ellas; todos los carruajes pasaban sin detenerse. De pronto, tuvo la sensación de que alguien se aproximaba á sus espaldas. Percibió un leve paso, y al volver la cabeza vió á una mujer enlutada. Todo lo olvidó: la larga espera, las dudas, la fatiga del interminable plantón, recobrando de golpe su regocijo de triunfador.

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