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Actualizado: 21 de junio de 2025
El arte antiguo de los pesados jarrones de cobre preciosamente trabajado, que figuraban dragones fantásticos sobre la chimenea de mármol negro, no parecía contradecirse con el arte ligero de una lámpara moderna que difundía, suavemente atenuada por el moaré de la pantalla, la luz de la bombilla eléctrica oculta en el esbelto pie de alabastro.
Dicho esto, la coja le ponía suavemente la mano en la espalda, empujándola hacia adelante. En el patio tuvo que cogerla por un brazo, porque quería subir de nuevo. «Si no te hacen caso, estúpida le dijo , si no eres tú la que hablas sino el demonio que te anda dentro de la boca. Cállate ya por amor de Dios y no marees más».
Se decía que sus cabellos eran negros como la endrina, que sus ojos brillaban como dos soles, que tenía manos muy bellas y señoriles, y que la palidez mate de su terso y blanco rostro estaba suavemente mitigada por el sonrosado y vago matiz que arrebolaba sus frescas mejillas.
Sobre este monte parescieron nueve hermosísimas doncellas que representaban las nueve musas, cantando y tañendo muy suavemente, etc.» M. S. contemporáneo de la coleccion del Sr. D. Valentin Carderera. Este consejo fué instituido por el severo duque de Alba en Flandes.
Bien pronto oímos la voz de Asunción que gritaba: Mátenme, que me maten: no quiero que mi madre me vea. Por D. Diego y el ayo conducida, a intervalos suavemente arrastrada, casi traída a cuestas, entró la infeliz muchacha en la sala. En la puerta arrojose al suelo, y sus cabellos en desorden sueltos, le cubrían la cara.
Intentó detenerla el príncipe tomando suavemente una de sus manos, pero ella la retiró con nerviosa retracción. ¡Y te marchas! dijo él con desaliento . Yo que creía, al venir aquí... La humildad de su voz pareció irritar á la duquesa, haciéndola detenerse cuando empezaba á volverle la espalda. ¿Qué es lo que creías? preguntó con indignación . Tu inconsciencia me asombra. ¡Ah, Miguel!
Llevaba una gorra de terciopelo rojo coquetamente ladeada, rico y bien ceñido traje y en la enguantada diestra un pequeño halcón, cuyas erizadas plumas acariciaba suavemente. Roger notó que la hermosa desconocida tenía todo un lado del vestido manchado de lodo.
Los tertulios del café del Siglo quedaron estupefactos al escuchar tan singular afirmación. Todos protestaron más o menos suavemente contra ella. El arrojo de Mario había despertado admiración en la tertulia del café. Se hacían elogios calurosos de su noble corazón y valentía.
Los zapatos colocados ante una de las puertas resbalaron con leve chirrido. Ferragut percibió una vaga impresión de aire que se desplaza con el lento avance de un cuerpo. Se movió la puerta; la silla retrocedió poco á poco, suavemente empujada. En la obscuridad fué marcándose una sombra móvil, mucho más negra y densa. El hizo un movimiento.
Pues hijo, de algún lado hay que sacarlo; ni un cuarto se malgasta... ¿Qué haríamos? Ahora, acostarnos; cada cual a su cama. Dejadme a mí: creo que don Luis nos ha de sacar de apuros. Al menos yo he de hacerle un favor que... en fin, ¿quién sabe? Adiós mamá; y tú, fea, cara de mona, hasta mañana. Y dando un beso a cada una, las echó suavemente del comedor.
Palabra del Dia
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