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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Gallardo volvió un poco la cabeza para saludar a Plumitas, que permanecía sonriente, con la cara de luna asomada sobre los brazos y el chaquetón. ¡Por usté, camará!...

Al llegar a la puerta de la escalera y al tirar del pasador, el joven vió asomar la cabecita curiosa de su hermana en el fondo del pasillo. Ven aquí, Aurelia le dijo. Pero la niña no hizo caso y se retiró velozmente. Aurelia, Aurelia. Bien a su pesar, ésta salió al pasillo y avanzó hacia ellos sonriente y roja como una cereza.

Pronto se sosegó, y charlamos con la mayor alegría, como todas las noches. No obstante, cuando llegó el momento de separarnos, me preguntó sonriente, pero mostrando inquietud en los ojos: ¿Te vas a casa? . ¿De veras? De veras. Quedó un instante pensativa. De repente sacó su hermosa mano por la reja, me cogió la corbata y me la arrancó. Así ya no puedes ir al baile, aunque quieras.

Al día siguiente Amparo se me presentó tranquila y afectuosa; en vano busqué alrededor de sus ojos ese círculo lívido que imprime una noche de insomnio y de fiebre. En vano esa palidez vaga del cansancio. Amparo estaba fresca, sonriente; parecía feliz. ¿Has dormido bien? la dije.

Apoyando una mano en el dintel de la puerta de la alcoba, dijo el amo sonriente como la criada: La verdad, Teresina... el trabajo de hoy es muy importante. Si te es igual, vuelve luego, y acabarás de arreglar esto cuando yo no esté. Bien está, señorito, bien está respondió la criada, muy seria, con voz gangosa y tono de canto llano.

Por fin, muchos días después de haber hablado con doña Manuela, determinó sondear a Leocadia; y hallándola una tarde leyendo en el comedor, mientras don José reposaba y la madre había salido, se acercó, llevando él otro libro en la mano. ¡Sabe Dios! la dijo entre severo y sonriente qué libraco será ese! ¿Es de los que te trae el novio? .

»Después de esta escena fuimos los dos al cuarto de Magdalena, que nos recibió alegre y sonriente. ¡Estaba bien lejos de imaginarse que nosotros la considerábamos ya desde entonces como un cadáver, pues acabábamos de oír su sentencia de muerte!» «Anoche, Antoñita, tenía que velar su tío; pero, aunque a no me tocaba hacerlo, no pude conciliar el sueño ni por un instante.

Este les hacía frente con sin igual destreza y brío, y por un momento los obligó a retroceder. Aquella pausa le bastó para saltar sobre el antepecho de la ventana, blandiendo su espada, sonriente, ebrio de sangre. Después, dando una carcajada, se lanzó de cabeza al agua.

Praschcu era un mocetón grueso, barbudo, sonriente y rojo, que, a juzgar por sus palabras, no pensaba más que en comer y en beber bien. Durante el camino no habló más que de guisos y de comidas, de la cena que le quitaron al cura de tal pueblo o al maestro de escuela de tal otro, del cordero asado que comieron en este caserío y de las botellas de sidra que encontraron en una taberna.

Al mismo tiempo una muchachota con las piernas desnudas, una rueca en la mano y llevando el antiguo vestido del país y la cofia ducal de las paisanas de esa región, franqueó rápidamente el foso; espantó, al pasar, algunos carneros, cuya pastora parecía, y vino á plantarse con cierta gracia sobre el estribo, presentándonos en el cuadro de la portezuela su fisonomía bronceada, resuelta y sonriente.

Palabra del Dia

bagani

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