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Pero este, como acostumbraba, hizo pronto lo que él llamaba para sus adentros «su composición de lugar»; es decir, el plan conducente a sacar de todas aquellas novedades extrañas el mejor partido posible para sus intereses; y sin decir oxte ni moxte, sonriente, salió del comedor y volvió a poco, vestido de levita negra, con un sobretodo que le sentaba de perlas.

Es este un terreno en el que se cree maestro y en el que no soporta incursiones extrañas más que con sonriente piedad. Hubiera él preferido no verse obligado a responder, y salió del paso con su habilidad acostumbrada para no herir a nadie.

Era el primer saludo sonriente que recibía Elena después de la muerte de Pirovani. Adivinó en este hombre al único admirador que le quedaba, y esto le pareció tan cómico que casi la hizo reir. En adelante sólo podría contar con el enamoramiento de un gaucho medio bandido. Quedó pensativa, con la frente apoyada en los cristales, mirando la avenida solitaria.

Con una amargura que no pudo vencer, Clementina pensó: "No tiene trazas de haber sufrido mucho." Roussel la saludó con sonriente cortesía y ella hizo una ligera y seca inclinación de cabeza. He aquí, dijo, una visita que yo no esperaba y que más que sorprenderme ... La vida no es más que una serie de sorpresas, mi querida prima, respondió.

Doña Manuela y las niñas pasaron al salón, donde estaba don Eugenio García, el fundador de Las Tres Rosas. Por él no pasaban los años. Era el mismo viejecillo de siempre, regordete y sonriente, con el rostro colorado, la mirada viva y la cabecita blanca y sonrosada.

La imaginación tiraba de él con la pesadumbre de una bala de artillería. ¡Tío... tío! Y se agarraba convulsivamente á la dura isla de músculos barbuda y sonriente. El tío emergía inmóvil, como si clavase en el fondo sus pies de piedra. Era igual al promontorio cercano que obscurecía y enfriaba el agua con su sombra de ébano. Así pasaban las mañanas, dedicados á la pesca y la natación.

Era Pedro de Vesín, que entraba. El fiscal se aproximó sonriente á miss Maud y le besó la mano. Saludó al gracioso grupo de mujeres y apoyándose en la chimenea, dijo: El cuadro que se acaba de trazar es halagüeño, pero tiene un reverso que es preciso mostrar. En la carrera artística, como en las demás, entra por mucho la suerte.

Semanas después, la iracunda doctora se había mostrado amable y sonriente, lo mismo que en otro tiempo. «Querida mía: conviene que usted un paseo por Francia. Hace falta un agente que nos entere del movimiento de los puertos, de la salida y entrada de los buques, para que nuestros sumergibles sepan dónde esperar.

Supo que era él por el gesto indicador del jefe, porque un militar avanzaba sonriente, tendiéndole las manos.

Y el revolucionario enardecíase al hablar: abandonaba su sonriente frialdad; brillábanle los ojos tras las gafas azuladas, con el fuego de la rebelión. La caridad no había hecho nada por dignificar al hombre.