United States or Heard Island and McDonald Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Su voz se fué perdiendo en las encrucijadas del camino. Flora permaneció todavía algunos instantes á la ventana pensativa y sonriente. Al fin la cerró, se desnudo á toda prisa y se metió en la cama. Murmuró sin dejar de sonreir las oraciones acostumbradas, y sonriente, siempre sonriente, se quedó dormida. ¡Ah, si supiera!...

Leonora, de pie junto a un viejo naranjo, volviendo la espalda a Rafael, buscaba entre las apretadas ramas, empinándose sobre las puntas de los pies, balanceando las arrogantes y graciosas curvas de su robustez esbelta. Mañana me voy dijo el joven con desaliento. Leonora se volvió. Había cogido una naranja y abría su piel con las sonrosadas y largas uñas. ¿Mañana? dijo sonriente.

Leoville, que aquel día habría contribuido de buen grado a hacer dichoso a todo el mundo, ordenó que le hiciesen entrar en seguida y le recibió sonriente. Felipe, en cambio, entró muy serio y con aire grave y acompasado. Aún cuando era muy temprano, pues no habían dado las nueve, vestía de rigurosa etiqueta.

Y la miraba sonriente como si quisiera descubrir un pensamiento de vanidad en aquella frente pura y cándida. ¡Oh! prefiero el viejo claustro y tu amor repuso ella; y como se aproximase a él, su pie tropezó con una piedra verdusca . ¿Qué es eso, amor mío? preguntó el gitano. ¡Una tumba! dijo la joven deteniendo al gitano para que no pisase aquella tierra sagrada, y persignándose.

Después la había visto envuelta en sedas y tules en el fondo de elegante carruaje, pasando ante él como un relámpago de belleza, o la había adivinado desde el paraíso del Real, allá abajo, en un palco, rodeada de señores que se disputaban el murmurar algo a su oído para hacer gala de una intimidad sonriente.

Un brazo tremolaba un pañuelo en la popa de la barca. «¡Adiós, capitán!» Y el capitán movía la cabeza, sonriente y emocionado por el saludo femenil, mientras los marineros envidiaban su buena suerte. Otra vez un hombre de la tripulación llevó el equipaje de Ferragut al albergo de la ribera de Santa Lucía.

Ella no, ella creía en él... le seguiría ciega al fin del mundo; sabía que entre él y Santa Teresa la habían salvado del infierno...». Pero no se podía correr detrás de él para consolarle, para decirle todo esto. «¡Qué hubiera pensado, sin ir más lejos, Petra la doncella que estaba allí, a su lado, silenciosa, sonriente, cada día más antipática, y más servicial... y más insufrible!».

En los labios sinuosos del paisano se dibujó una sonrisa feroz y se dirigió hacia el sitio que ocupaba. Pero al pasar cerca de la mesa de los literatos percibió a Tristán y exclamó sonriente y espantoso: ¡Adiós, Tristanito! Hace ya una temporadita que no nos hemos visto. ¿Cómo va esa salud? Por Clarita y el chiquitín no le pregunto porque que están buenos. Nanín me lo ha dicho esta tarde.

Este estuvo a punto de precipitarse en el aposento; pero, dándose cuenta en el acto de que así podría causar un efecto fatal en el ánimo de su amada, procuró revestir su semblante con una expresión serena, y empujando la puerta con suavidad, entró sonriente, aunque la desesperación más sombría embargaba su alma.

Al darse cuenta de que el marino no se conmovía con sus sonrisas y las miradas de sus ojos claros, se plantó ante él, hablándole en catalán. ¿Es usted, y perdone, un capitán de barco al que llaman don Ulises?... Se entabló la conversación. La cocinera, convencida de que era él, siguió hablando con sonriente misterio.