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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Fermín se había puesto de pie, pálido, con las cejas fruncidas. ¿Eso es todo lo que usted tiene que decir? preguntó con voz sorda. El millonario asombrose de lo actitud del joven. Qué, ¿no le parecía bastante? ¿Tenía él una solución mejor? Y con inmensa extrañeza, como si hablase de algo disparatado e inaudito, añadió: ¡A no ser que hayas soñado con que mi primo se case con tu hermana!...
Serafina era suya, y él, por supuesto, era de Serafina, hasta donde podía serlo aquel mísero esclavo de su mujer. Caricias como las de la italiana-inglesa, Reyes ni las había soñado. «¡Nunca creí que el placer físico pudiera llegar tan allá!», se decía saboreando a solas, rumiando, las delicias inauditas de aquellos amores de artista.
La voz ronca del padre decía: Está demasiado agitada. Es necesario tranquilizarla. ¿No tiene fiebre? La voz fina de la madre contestaba: Parece que no; ahora le pondremos el termómetro... ¡Pobre chica!... ¡Tiene demasiada imaginación para su estado!... Ha soñado curarse... Habla de curarse... Yo creo que tejer no le haría mal. Habrá que consultar al médico.
Creía el valiente veterano de la Ferrolana que, aunque con trabajillos, lograría irse haciendo á los nuevos resabios del gremio, y vivir en paz, si no á gusto, los pocos años que le quedaban de vida; y por conseguido lo daba ya, cuando cayó sobre sus anchas espaldas el peso insoportable de un infortunio con que jamás había soñado.
He soñado anoche continuó, que este legajo contiene la llave de mi tesoro español. Me dejará usted, pues, muy agradecida, no difiriendo su examen. Terminado este trabajo, me hará el honor de aceptar una comida modesta que pretendo ofrecerle bajo la sombra del pabellón de mi jardín. Me resigné, pues.
¿He soñado que, al decir esto, me miraba de reojo? ¡Ah! no, eso no. Consiento en prestarle todos los servicios que pueda, porque le quiero mucho. Es el ser de este mundo a quien tú y yo debemos más, pues ha sido, más que un tutor, un padre para nosotros. Le soy enteramente adicto, pero no hasta el punto de casarme con su mojigata.
Creía reconocer la voz: se parecía á la de Demetria. Y el grito que había sonado más que de alegría era de angustia. Fué de nuevo al boquete y llamó con toda la fuerza de sus pulmones: «¡Demetria, Demetria!» Tampoco obtuvo respuesta. Sin embargo, la creencia de que la voz que había sonado era la de la hija del tío Goro penetraba cada vez con más fuerza en su espíritu.
Aún no había sonado el grito de «apafogones», y se notaban en ellos algunas luces y algún movimiento. Los marineros, recostados sobre la obra muerta, departían antes de retirarse al camarote. De vez en cuando, mirando hacia un gran vapor inglés anclado en el medio, gritaba uno: «All right» exagerando la pronunciación: «all right», contestaban de un patache.
Pero Isidora, para quien aquel espectáculo, además de ser enteramente nuevo, tenía particulares seducciones, vio algo más de lo que vemos todos. Era la realización súbita de un presentimiento. Tanta grandeza no le era desconocida. Habíala soñado, la había visto, como ven los místicos el Cielo antes de morirse.
Martín, el cocinero, preparaba un espléndido refresco. Las doncellas subían y bajaban desde el piso principal al cuarto de la señorita María, que estaba lleno de gente, a pesar de no haber aún sonado las diez de la mañana.
Palabra del Dia
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