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Actualizado: 25 de junio de 2025
"Llegará a ser materia de asombro, dice Spencer, que haya existido gentes que encontraran admirable disfrutar sin trabajar, a costa de los que trabajaban sin disfrutar", y sir Oliver Lodge encuentra ya extraño que un individuo pueda vender un pedazo de la Inglaterra para su beneficio particular. "La humanidad está creciendo en inteligencia, en paciencia, en benevolencia en amor", dice Hubbard.
Piense usted que se trata para él de ser ó de no ser, como dice muy bien sir Enrique Irving. Si triunfa, tiene los millones de Julio Harvey, sin contar el gusto de haberse burlado de nosotros. Si fracasa... ¡Ah! amigos míos, entonces será peligroso. El tigre acorralado, seguro de su pérdida, querrá hacer algunas víctimas... ¡Cuidado con él en ese momento!
Lo único que nos falta es que Sir León de Morel se avenga á dejar su castillo una vez más y á empuñar la espada, poniéndose al frente de nuestros arqueros. No sería poca fortuna para ellos, observó el físico, porque exceptuando á nuestro príncipe y al noble señor de Chandos, no hay en todo el reino mejor lanza, ni valor más probado que el de Sir León de Morel.
Calmaos, Sir Oliver, dijo el magistrado. Es muy posible que mi mayordomo y mi cocinero hayan olvidado los ostras ó no hayan podido conseguirlas; pero no hay motivo para desesperarse por tal bicoca. No faltará que comer. ¿Bicoca? ¡Pues me gusta! Una comida sin ostras, sin una miserable almeja. ¿Qué va á ser de mí? Nunca me hubierais convidado á vuestra mesa....
Sobre la grupa de su caballo veíase un saco que contenía, entre otras cosas, los cinco mil ducados que pagara por su rescate Don Diego de Álvarez. Inútil es decir que era el jinete nuestro jovial amigo Tristán de Horla, elevado recientemente á la dignidad de escudero de Sir Roger de Clinton, señor de Munster, á cuyo lado cabalgaba en aquel momento.
Si Enrique IV se inclinaba en realidad á entenderse con Felipe II, el Embajador debía procurar impedirlo con ofrecimiento de alianza y auxilio efectivo: si en la indicación no había más que amenaza, ninguna modificación se haría en la marcha de las relaciones; pero á estas instrucciones oficiales opuso las suyas particulares el Conde de Essex, seguro de verlas cumplidas, por lo mucho que Sir Unton le debía; y contrariamente á lo que el Secretario de Estado le mandaba, había de sostener al Soberano de Francia en la afirmación de no continuar la guerra sin ayuda, aunque en público y como Embajador diera á entender lo contrario.
¡Bravo, muchacho! exclamó Gualtero. Tente firme. Se ha portado como debía y puede contar conmigo, agregó Norbury, escudero de Sir Oliver. Tú tienes la culpa de todo esto, Tránter, dijo Germán. ¿No andas siempre buscando pendencia á los recien llegados? Pues ahí la tienes. Pero sería una vergüenza que el asunto pasase á mayores. El mozo no ha hecho más que contestar á una provocación con otra.
Con el correr de los años, John llegó a ser el Regidor John, de un barrio infeliz, y Walter fue Sir Walter Scott, de todo el universo.» Dice Carlyle, con mucho seso, que la legumbre más precoz y completa es la col. A los treinta años no se podía decir de seguro que Scott tuviera genio para la literatura.
Sabed, señor caballero, repuso el barón con voz imperiosa, que siempre veré lo bastante para distinguir la senda del deber y de la gloria, camino en el cual no necesito guía. ¡Medrados estamos, y no es mal humorcillo el que mostráis apenas llegado á tierra de Francia! exclamó Sir Oliver.
La amistad que unía á Schack con el embajador inglés Sir Edmundo Lyons, que puso un vapor inglés á disposición del príncipe de Hohenlohe, contribuyó poderosamente á amenizar una excursión muy agradable que hizo á la Tierra Santa y á Egipto.
Palabra del Dia
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