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Actualizado: 25 de junio de 2025
Sir Carlos está conforme con mi suposición de que usted ha sido herido con uno de esos pequeños y antiguos puñales con hojas perforadas, que tanto se usaron en Italia durante el siglo XV. ¡En Italia! grité, despertando en mí al solo nombre de ese país la sospecha de que el atentado debía haber sido cometido por Dawson o por su íntimo amigo, el monje de Lucca.
Pero ¡por mis pecados! que me has de devolver esos trastos, amigo, si he de cumplir la misión de Sir Claudio Latour, y te los pagaré como nuevos, á precio de armero. Aquí tienes todo lo que te he ganado y no hables de pagármelo, dijo Tristán. Mi único deseo era llevar encima esos arreos por un rato, para tomarles el peso, ya que en Francia y España he de llevarlos á diario por algunos años.
Á las seis de la tarde entramos en aquel pueblo por la calle de Majayjay, nombre que leímos en un tarjetón de madera clavado en la primera casa. Á los pocos minutos parábamos ante la maciza y claveteada puerta del convento. Lucban. Su origen. Situación. Mr. Jagor y Sir John Bowring en camino. Alturas inexploradas. Arroyos y torrentes. Amazonas tagalas. Datos estadísticos. Fechas imperecederas.
Sir Henri Unton desempeñó perfectamente su papel; el Rey conferenció con Pérez, cuyas cartas completaron en Inglaterra el efecto de los despachos del Embajador . Empezaba en esto el año de 1596 con descontento del Peregrino, que vino á mudar en pena, la falsa nueva de la muerte de Doña Juana Coello, su mujer.
Es verdad que un antiguo artesano que había vivido en Londres treinta años antes de los sucesos que narramos, afirmaba haber visto al médico, aunque con un nombre distinto, que no recordaba, en compañía del Doctor Forman, el famoso y viejo mágico implicado en el asunto del asesinato de Sir Tomás Overbury, que ocurrió por aquel entonces y causó lo que hoy se llama gran sensación.
Tenía noticias de vuestra llegada y no he parado hasta dar con vos. Grande es el placer que me causa volver á ver al amigo querido y al modelo de caballeros, dijo Morel devolviendo el abrazo. Y por lo que veo, añadió riéndose el de Chandos, en esta campaña seremos tal para cual, porque á mí me falta un ojo y vos os habéis tapado uno de los vuestros. ¡Bienvenido, Sir Oliver! No os había visto.
Las instrucciones del Conde decían: «Antonio me escribirá, en carta que pueda enseñarse, que la llegada de Sir Unton ha empeorado los negocios, y me preguntará por qué, conociendo el carácter del Rey de Francia y los asuntos del reino, no me he opuesto al envío del Embajador. Añadirá temores de que se haya dejado avanzar al Rey hasta un punto de que no pueda ya retroceder .»
Ahora más que nunca me enorgullezco de mandaros, dijo el barón contemplando con amor al puñado de héroes que le rodeaba. ¿Qué es eso, Roger? ¿Estás herido? Un rasguño, señor barón, contestó el escudero restañando la sangre de un tajo que le cruzaba la frente. Deseo hablarte, Roger, y también á vos, Norbury, dijo el barón dirigiéndose al escudero de Sir Oliver.
No volveré á Southampton sin ofrecer un cirio de cinco libras al buen San Cristóbal en la capilla del convento. Vaya, pues me alegro, comentó Sir Oliver, porque á la verdad prefiero morir enjuto, por más que después de haber comido tanto pescado en esta vida, sería muy justo que los peces me comiesen á mí. Y ya que de comer se trata, á mi cámara me vuelvo....
Doy doblemente las gracias al señor de Tragomer, puesto que me ha hecho el honor de presentarme á usted, miss Harvey, y me ha procurado el placer de oir á la gran artista miss Hawkins. ¿Vive usted en Londres, sir Carlton? preguntó Maud. Hace una semana. Soy un pobre provinciano y llego de un país al que me habían llevado reveses de fortuna.
Palabra del Dia
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