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Actualizado: 19 de junio de 2025


Vivía con este matrimonio una sobrina, aquella Eladia simpática que ya conocemos. No sufría por cierto con tanta paciencia los rigores y asperezas de su tía. Respondía á veces de mal talante; había disputas frecuentes, gritos, amenazas y hasta golpes. Costábale á Martinán mucho trabajo poner paz entre ellas.

Parece mentira que seamos tan amigos ¿no es verdad? Yo pensé cuando le dejé caer la muñeca encima que le había matado... ¡Qué miedo tuve! ¡Si V. viera!... Vamos a ver ¿por qué en lugar de enfadarse se sonrió V. conmigo? ¡Toma! porque me gustó V. mucho. Eso pensaba yo: debí de haberle sido simpática, porque sinó la verdad es que tenía motivo para ponerse furioso.

Era también el Comendador alegre, fino y sereno, y nada podían tener de apasionadas sus meditaciones. Su espíritu analítico le presentaba, sin embargo, todas las dificultades del caso. No cabía la menor duda. La criatura lindísima y simpática que á él debía el ser estaba condenada, ó á vivir como usurpadora indigna de lo que no le pertenecía, ó á casarse con D. Casimiro, ó á ser monja.

Trabajaba con entusiasmo, bajo la fresca impresión de los incidentes de la víspera. A pesar suyo, ejercían sobre sus determinaciones una sutilísima influencia la sonriente imagen de la señora Liénard y la simpática persona del joven Simón.

Teresa Tanco, mi simpática compañera del Magdalena, si le repito en estas páginas lo que tantas veces leyó en mis ojos, esto es, que tienen razón los bogotanos de estar orgullosos de ella por su espíritu, la altura de su carácter y su talento musical incomparable?

La hermosura moral de Clara nos la hace simpática e interesante; nos la convierte, de la más humilde solterona, pobre, desvalida y vieja, en persona interesante, digna de la poesía y de las que honran y glorifican la condición humana. Más poética aún, y de más sencillo argumento, es la novelita Un alma pura, de que ya hemos hablado.

Quise hablar, para dar mayor seguridad de que no era nada lo que había pasado, que la muñeca conservaba íntegros sus miembros, y yo lo mismo, y que celebraba la ocasión de conocer una niña tan hermosa y simpática, etc., etc. Nada de esto fue posible. La chica murmuró confusamente un "muchas gracias", y se apresuró a cerrar la puerta, dejándome con el discurso en el cuerpo.

Miguel frecuentaba la alta sociedad y era amigo de varios personajes políticos; se le conocía en los salones como en la Universidad por el nombre de Riverita, y era generalmente querido por su figura simpática, aunque exigua, y su trato franco y gracioso.

Flora se dejó convencer y permaneció en la casa. Cierto suceso imprevisto vino á dar la razón á la mayordoma. Nuestra linda morenita, en su deseo de agradar á todos en la casa y hacerse simpática, solía agasajar hasta al mismo Talín, le llamaba «rico mío», «precioso», «salado», aunque bien sabemos que Talín no merecía en conciencia estas lisonjas.

Nadie podía llamar hermosa a esta muchacha con justicia, y sin embargo, la expresión humilde e inocente de sus ojos, la sonrisa constante que contraía sus labios, la hacían altamente simpática. Llevaba un vestido de percal claro con un pañuelo de color de rosa, que le tapaba el pecho y parte de la espalda. Al oír la exclamación de Miguel, contestó con otra: ¡Mucho, ! Ya lo creo.

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