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Actualizado: 19 de junio de 2025


Todo lo que allí había le interesaba profundamente, el bosque, la casa, los criados, hasta los animales que pastaban en la pradera; sobre todo esparcía una mirada simpática, brillante de emoción. ¡Cuan amable le parecía aquel caserón estropeado, roído por la humedad y los ratones!

El avance de Maltrana produjo entre los emigrantes un movimiento de curiosidad simpática y obsequiosos saludos: algo parecido a lo que despierta la entrada de un orador político en una reunión popular. «Don Isidro, buenas tardes... Venga por aquí, don Isidro.» Y todas las miradas, aun las de «los latinos» de Asia, que no podían entenderle, le acariciaban con la suavidad del agradecimiento. ¡Aquél era un hombre!

Lo único que la había hecho vacilar al principio fue la sorpresa de que se dirigiese a ella con preferencia a otras jóvenes que pasaban en el pueblo por mucho más bonitas; una vez convencida de que aquél tenía el mal gusto de encontrarla bella o al menos simpática, no consideró poco ni mucho la diferencia de fortuna ni se imaginó que todo aquello podría ser nada más que un puro y frívolo pasatiempo por parte del joven forastero.

Así en mi corazon, de amor fecundo, Ha brotado en un dia una flor pura, Y esa flor de rarísima hermosura Es por mi simpática amistad. Por qué llorais, esposos, la prematura muerte De las criaturas bellas, frutos de vuestro amor, Cuando al morir cambiaron perecedera suerte Por la que goza el ángel en torno del Señor.

A pesar de esto, parecía aún de complexión fresca y juvenil, y su cabello escaso y entrecano denotaba al hombre de unos cincuenta años. De cara simpática y complaciente, tenía una aptitud así como la del camaleón para adoptar la sombra y el color de las opiniones y caracteres de los que entraban en su trato.

Su fisonomía simpática y varonil iba contrayéndose por momentos con expresión de dolor, que, al fin, logró conmoverme y que me olvidase de mismo. Luego, con voz alterada, me dijo que me agradecía la noticia y que sentía no se la hubiese dado primero, lo cual dudé un poco. Pensar en que había de volver a hablarle más que como amigo y con la mayor ceremonia posible, era pensar lo excusado.

Las lavanderas de palacio estaban con esto muy afanadas, y como entonces ni la persona más poderosa tenía tanta ropa blanca como ahora se usa, no hacían más que ir a lavar al río. Una de estas lavanderas, que era, valiéndonos de cierta expresión a la moda, una pollita muy simpática, volvía un día, al anochecer, de lavar en el río los lacrimosos pañuelos de la Princesa.

Dios ha sido, hijo mío, Dios ha sido, y un poco también la buena sangre que tienes en las venas.... ¿Tienes escogida ya esposa? El joven sonrió haciendo un signo afirmativo. ¿Quién es? He pensado en Esperancita Calderón. ¿Qué le parece? Perfectamente. Es una niña muy bien educada, muy simpática: además yo la quiero como una hija.

De manera que, ya lo sabes, si las tienes, quémalas; si las has leído, no vuelvas a leerlas. ¿No es cierto que así lo harás? , porque me quieres mucho. «Cuando recibas esta carta ya estarás en Santa Clara. Cuidado te enamores de Gabrielita. Es muy hermosa, y muy simpática, y muy inteligente, y muy buena, y además rica; pero no te querrá tanto como yo.

Tendría cerca de sesenta años, la cara curtida, la expresión simpática, la nariz roja, que brillaba entre la barba, inculta, como una rosa entre el follaje. Hablamos largo rato, y yo quedé verdaderamente asombrado. Era un hombre de una fe tan absurda en mismo y en sus fuerzas, que se sentía capaz de emprenderlo todo.

Palabra del Dia

lanterna

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