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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Era un mozo corpulento, de fisonomía dulce y simpática, sobre cuyo labio superior apenas se distinguía leve bozo rubio. ¡Soleá! exclamó al entrar, con visible y placentera emoción extendiendo sus manos á la tabernera.
En todo lo restante, lo mismo que siempre: los mismos entretenimientos, las mismas costumbres y hasta los mismos muebles en el despacho del antiguo droguero... y las mismas alternativas reumáticas, aunque algo más acentuadas de gotosas cada vez, en la misma simpática persona; en el cual despacho acababan de desayunarse marido y mujer en el momento en que vuelvo a poner al lector en su presencia.
Pero él no guardaba nada; todo era poco para atender á sus compañeros, hijos de familias pobres ó que estaban solos en el mundo. Su munificencia se había extendido desde su grupo á la compañía, y de ésta á todo el batallón. Don Marcelo adivinó una popularidad simpática en las miradas y sonrisas de los soldados que pasaban junto á ellos. Era el hijo generoso de un millonario.
A menudo Visita le interrumpía para hacer comentarios, unas veces deplorando la maldad de algún personaje o alegrándose de que la heroína fuese tan simpática, otras veces vaticinando alguno de los sucesos o peripecias de que la narración les iba a dar cuenta.
Era un caballero alto, fornido, de unos cuarenta años de edad, la tez morena, los ojos negros, los cabellos crespos y comenzando a blanquear; fisonomía abierta y simpática. Vestía traje de casa, chaqueta obscura y gorra de cazador. ¡Bis, bis...! ¡menino...! ¡pobrecito, pobrecito! El gato permitió al fin que se le acercase y le dirigió una mirada triste y medrosa.
Y no pudo en muchos días apartar de su pensamiento las cosas que le refirió doña Manolita que, entre paréntesis, no acababa de serle simpática, y lo que más metida en reflexiones la traía no era precisamente que aquellos hechos de regalar la custodia y el manto se hubieran verificado, sino la casualidad... «Tie gracia». Si hubiera ella ido al convento algunos días antes, habría asistido a la solemne misa, con obispo y todo, que se dijo en acción de gracias por haberse puesto bueno el tal... Esto tenía más gracia.
El barbudo hermosote que avanza pisándole la cola del vestido es el esposo: dos metros de talla; se ruboriza cuando tiene que hablar con un extraño, pero se le adivinan unos músculos de boxeador y una gran facilidad para dar «puñete», como él dice... Los que ocupan la mesa con ellos son todos del mismo país: muchachos grandotes y buenazos, que vuelven de Alemania; gente simpática y franca que me quiere y distingue.
Muy lejos estaba yo de esperar de mi joven compañera esta efusión simpática. Me volví hacia ella con la prontitud de una sorpresa que no disminuyó cuando la alteración de sus facciones y el ligero temblor de sus labios, me manifestaron la sinceridad profunda de su admiración. ¿Confiesa usted que esto es bello? le dije.
Yo no sé lo que en esto habrá de cierto, pero sí sabré decir, que es una hermosa criatura físicamente considerada, y lo que es algo mejor, muy franca, sencilla, y altamente simpática a todo el mundo. Mi cuarta hija, Susana, será más hermosa aún, pero el género de su belleza será completamente distinto; es la estatua del candor y la virginidad.
Y vuelve a las tajadas de pan con más ardor que antes, dando quizá con esto la razón a los envidiosos de la aldea, que no querían oír hablar de los osos que había matado y se emperraban en llamarle zampatortas. Vamos, niña, di cómo lo has visto manifiesta la simpática Consuelo, que venía en la diputación.
Palabra del Dia
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