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Actualizado: 16 de julio de 2025
Halló á su primo sentado en viejo sillón de cuero con un libro en la mano, esto es, en su posición natural de sabio. En el momento de sorprenderle, sus labios finos se plegaban en una sonrisa irónica. Pero al levantar los ojos y ver á su primo, aquella expresión maliciosa se trocó en otra de cordial alegría. Alzóse vivamente del asiento y vino á abrazarle.
Vayan a verle y verán que está lleno de su sangre. Entonces advirtió al conde de Villanera que se había dejado caer en un sillón y lloraba silenciosamente. ¿Ha venido usted al fin? le dijo . ¡Tenía que haberlo hecho antes! ¡Ah, señor conde! ¡Paga usted muy mal sus deudas de amor!
En el intermedio había publicado "El Sillón del Abuelo," para niños, y "Musgos de una antigua morada;" pero solo después de fijada su residencia en Salem, donde desempeñaba el empleo de Administrador de la Aduana de aquel puerto, fué cuando comenzó á experimentar la sensación, según manifestó él mismo á un amigo suyo, de "que una novela le bullía en el cerebro."
Recobró su asiento Nélida vibrante y nerviosa, golpeando con el abanico un brazo del sillón. ¡Ah, su madre! ¡Aquella mulata antipática, a la que en nada se parecía!
Durante algún tiempo nada me dijo; ni yo, sorprendido, acerté a decirla nada: luego pareció como que despertaba de un sueño, de una horrible pesadilla, y exclamó con un acento ardiente y lleno de ansiedad: ¡Ah! ¡Gracias a Dios! Y se separó de mí, se dejó caer en un sillón, se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar.
Sentóse en un sillón y dijo: ¿Pero qué es esto, Damián?... ¿Cómo ha sido esa marcha tan repentina?... Sólo pude ver al señor marqués un momento, y eso delante de la gente... Pues no sé replicó Damián encogiéndose de hombros . El señor marqués se levantó ayer a la una y salió sin almorzar de casa... Volvió a eso de las seis y mandó preparar las maletas.
Quiere estar sola, completamente sola, y dirigiéndose a uno de los criados: Id a decir a la señora que yo estaba fatigada, y he subido a mi cuarto. Annie, su camarera, dormitaba en un sillón. Despidiola, pues ella misma quería desvestirse. Dejose caer en un diván experimentando un delicioso cansancio. La puerta del cuarto se abre; es madama Scott. ¿Estáis enferma, Bettina? ¡Ah!
Los tertulios aprobaron estas palabras con un murmullo. Justamente se presentaba Manín preguntando de parte de D. Pedro qué significaba aquel ruido. Se le explicó. El señor de Quiñones se hizo trasladar de nuevo en su sillón con ruedas a la sala; vio a la niña y se interesó extremadamente por ella.
Cuando lo logró, apoderóse de él el vértigo del mando, y viendo revolotear á una mosca cerca de él, exclamó: «¡Ah! ¡Como ahora soy rey, te aplasto!» y espachurró al pobre insecto contra el brazo del dorado sillón.
No quería ver mas: esta noche era para los locos. Tampoco el príncipe deseaba ver, y continuó en su sillón, pidiendo un nuevo cocktail. Desfilaban ante las puertas los que huían amargados por la suerte ajena y los que llegaban atraídos por la noticia del suceso. Permaneció solo, como un espectador que se queda en el vestíbulo de un teatro y escucha los lejanos estremecimientos del público.
Palabra del Dia
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