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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Y si yo lo recuerdo hoy al referirle nuestros paseos al faro, débese a que él fue la primera indicación de ciertos hechos oscuros qué debían tener un desenlace más tarde. Algunas veces, cuando estaban la mar en completa calma y el cielo sereno, una embarcación venía a buscarnos a la costa, al extremo de los prados, y nos llevaba mar adentro.

¿Sabes amar, sin esperar siquiera ¡triste placer! que tu pasion conozcan? ¿Sabes llorar... pero llorar de celos? ¡Ay! no lo sabes. Sigue, sigue inocente tu camino, piensa una vez, y compadece al triste; ruede una vez por tu sereno rostro lágrima ardiente. Y cuando al seno de la madre tierra vuelva tu cuerpo, en mármol convertido, unjan tu frente de olorosas flores suaves aromas.

Al través de la puerta oía el respirar puro y sereno de los niños, y lejano, el ruido de un cencerro en el cuello de una mula, que me traía el recuerdo de aquellas noches pasadas entre las gargantas de los Andes argentinos.

Fray Luis, acostumbrado á la lucha consigo mismo, tuvo suficiente poder para dominarse, para apagar su mirada, para contener el estremecimiento de sus músculos; se había puesto la careta, y al través de ella miró ya, sin temor de que su alma fuese sorprendida, á la reina. Y al verla con más reflexión, dominado, sereno, fray Luis se estremeció.

Volvió a mirar Simón a su mujer, como preguntándola: «¿qué te parece de esto?»; pero con tal mirada y tal semblante le contestó Juana, que, no pudiendo aquél resistirla sereno, volvió sus ojos al señor cura, y le dijo por decir algo: Lo pensaremos, señor don Justo. Y haréis bien replicó éste.

Poco después el padre Aliaga sintió pasos en la celda. Aún estaba de espaldas; aún no estaba seguro de que hubiesen desaparecido de su semblante las huellas de la lucha anterior, y quería evitar que nadie lo adivinase. El hombre que había entrado se había detenido y no hablaba. El confesor del rey se volvió. Su semblante estaba completamente sereno.

Del otro lado es roja y encendida, como Apolo, ígneo padre de la vida. ¡Oh terrible combate! Gozo o peno; ya miro al lado ardiente, ya al sereno; y mirando a tu rostro, noche y día, pasan las horas de la vida mía. Señor Apolonio, déjese de coplas. Cuando me habla así es que quiere pedirme algo; lo por experiencia. Dígame lo que le ocurre como Dios manda.

Hasta la noche no volvió a fijar la atención en un punto de su vida, que parecía alejarse y disminuir y borrarse, como las naves que en un día sereno se pierden en el horizonte. Como quien recuerda un hecho muy antiguo, Pablo dijo: ¿No ha parecido la Nela? Díjole Florentina que no, y hablaron de otra cosa. Aquella noche sintió Pablo a deshora ruido de voces en la casa.

Su mirada se posaba serena y fija en Juan Montiño, y su mano derecha tenía suspendida una pluma sobre un papel, como quien interrumpe un trabajo importante á la llegada de un extraño. La primera impresión que Juan Montiño sintió á la vista del religioso, fué la de un profundo respeto. Había algo de grande en el reposo, en la palidez, en lo sereno y fijo de la mirada de aquel religioso.

En fin, que podía dar juego todavía el programa del sabio Maravillas. El pobre don Adrián no había salido aún de su espanto. Leto, después del desahogo que se había dado a todo su gusto sobre Maravillas y sus defensores, estaba ya tan sereno y en sus quicios ordinarios; a él, a don Claudio, con verle bastaba.

Palabra del Dia

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