United States or Faroe Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


No nevaba entonces, pero se me oprimió el espíritu al ver el aspecto ceñudo y amenazador que presentaba el cielo; y, sin embargo, sentí cierta mortificación del amor propio por no haberse contado conmigo para formar parte de aquella denodada legión, ¡como si no hubiera sido yo un verdadero y continuo estorbo en ella!

Repentinamente sentí una como ráfaga de melancolía y dirigí la mirada hacia el retrato. Me estremecí al verlo, y noté que mi amigo sufrió idéntica impresión. Nos miramos ambos, y él, poniéndose de pie, dijo en voz muy baja: ¡Está llorando! Yo asentí con la cabeza, y mi compañero con paso quedo, salió de la estancia y cerró la puerta tras , cuidadosamente.

, añadió el bufón ; el diablo acudió en mi socorro; al pasar por delante de una tienda cerrada... en Santa Cruz... sentí contar dinero... mucho dinero... ¡Ah! exclamó Dorotea, que empezó á adivinar la horrible verdad. Escucha, escucha prosiguió el bufón ; no es eso sólo... no es solamente lo que has sospechado... es más horrible... y todo por ti... por ti...

¿Y no te da vergüenza? ¿Pero qué diablos te pasa? ¿Qué tienes contra ? No me contestó, encogiéndose de hombros. ¡Anda al demonio! murmuré. Pero un momento después, al separarme, sentí su mirada cruel y desconfiada fija en la mía. ¿Me juras por lo que más quieras, por lo que quieras más, que no sabes lo que pienso? No le respondí secamente. ¡No mientes, no estás mintiendo? No miento.

Marieta, la doncella, nos abrió la puerta, y cambió un mirada con la abuela, que me asombró. Pareció que la abuela le preguntaba: ¿Hay alguien con la señora? Y que Marieta había respondido: . Mientras subía la escalera, me sentí oprimida y rara. Francisca me empujó con el codo y me dijo: Esto huele a misterio, ¿eh?...

¿Y por qué no había de regocijarme? Es nuestro primo. ¿Y nada más? dije yo amenazándola con el dedo, como lo había visto hacer la víspera a papá. Entonces, de improviso, ella se puso muy grave y me dirigió con sus grandes ojos tristes una mirada tan llena de reproche, que sentí que la sangre me afluía, ardiente, al rostro.

Sentí en su presencia mucha cortedad, gran turbación; sentíme sin ideas y sin palabra. ¿Qué vienes a buscar aquí? me dijo. Señora, he venido a Córdoba para afiliarme en el ejército del general Castaños, y sabiendo que Su Excelencia y apreciable familia estaban en esta población, he querido visitar a mi antigua y querida ama.

Varias veces sentí un principio de amor, un interés repentino, una relampagueante emoción; pero luego aplicaba serenamente mi juicio a los fundamentos de toda pasión incipiente, hasta que lograba disiparla. Es axiomático que las mujeres desconfían de los hombres en general y confían en ellos en particular. Esto es un poco inexplicable, pero es así. Yo procuré siempre hacer lo contrario.

Ella fue mi salvación. Después de haberla visto me sentí renacer. Tal es el poder del amor: la sola existencia de un ser amado es una razón, la más poderosa razón para vivir. ¿Y eso es verdad, tratándose de cualquier amor? ¡No me hable usted de los obstáculos! ; yo odio, yo execro, yo querría, como ya he querido, matar al hombre que me la arrebató, y el odio transpira en mis palabras.

El anillo está en mi dedo y la corona sobre mi frente; he aquí que poseo rasos y joyas en abundancia, y en el presente instante soy feliz. Y mi Señor me ama bien; pero la primera vez que pronunció su voto sentí estremecerse mi pecho, porque sus palabras sonaron como un toque de agonía y su voz se parecía a la de aquel que cayó durante la batalla en el fondo del valle, y que es dichoso ahora.