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Eso era tan conmovedor, tan lleno de abandono, que me sentí completamente desarmado. Volví a sentarme, pues, por un momento... hablé de cosas indiferentes... y me despedí, en cuanto pude hacerlo sin demostrar enojo. Acompáñalo dijo el viejo a Yolanda, y amable con él; es el hombre más rico de estas tierras.

Faltóme el valor... ¡Qué vergüenza!... Metí el rostro entre las manos y rompí á llorar como un niño. Noté que ya no andaba, y sin verla sentí que su mirada se posaba sobre más dulce y compasiva.

A lo cual Sancho respondió: -Yo, señora, sentí que íbamos, según mi señor me dijo, volando por la región del fuego, y quise descubrirme un poco los ojos, pero mi amo, a quien pedí licencia para descubrirme, no la consintió; mas yo, que tengo no qué briznas de curioso y de desear saber lo que se me estorba y impide, bonitamente y sin que nadie lo viese, por junto a las narices aparté tanto cuanto el pañizuelo que me tapaba los ojos, y por allí miré hacia la tierra, y parecióme que toda ella no era mayor que un grano de mostaza, y los hombres que andaban sobre ella, poco mayores que avellanas; porque se vea cuán altos debíamos de ir entonces.

Vea usted por qué mi egoísmo aumenta hoy su pena haciendo gravitar sobre ella todo el peso de la que a me devora. »Antes de salir de París, sentí que no podía alejarme sin ir a despedirme de Magdalena; así, después de traspasar la barrera, he hecho que mi carruaje diese la vuelta a los bulevares exteriores y a las dos horas estaba yo en Ville d'Avray.

A pesar de lo horriblemente enfermo que me encontraba, tuve el tacto de continuar dormido, por lo que pudiera pasar. Sentí los brazos delirantes de mamá sacudiéndome. ¡Mi hijo querido! ¡Eduardo, mi hijo! ¡Ah, Alfonso, nunca te perdonaré el dolor que me has causado! ¡Pero, vamos! decíale mi tía mayor ¡no seas loca, Mercedes! ¡Ya ves que no tiene nada!

Miré en derredor, un grito de supremo placer, me así del borde del altísimo bastion para no caer, porque un vértigo me arrebataba, y mudo, tembloroso, sin aliento, sentí una lágrima que se me escapaba como el mas puro homenaje.... Es que estaba mirando la imágen de mi Patria!

Estaba segura de que un deber superior la mandaba mentir. «¿Decirle al Magistral que ella estaba enamorada de Mesía? ¡Primero a su marido!». Bailé con él porque quiso mi marido.... Me hicieron beber... me sentí mal... estaba mareada... me desmayé... y me llevaron a casa. ¿El desmayo fue... en los brazos de ese hombre? ¡En brazos!... ¡Fermín! Bien, bien.... Así... lo yo.... ¡Oigámoslo todos!

Pasen a mi gabinete, que pongo a su disposición; yo voy a salir, y les ruego obren con toda libertad, pues están en su casa. »Abrió la puerta del aposento, y los dos amigos entraron en él; en seguida partió el Conde, y yo quedé sola. »No cómo decir a ustedes lo que sentí entonces, y la horrible tentación que se apoderó de .

Algunas otras parejas amarteladas había diseminadas por los rincones oscuros del recinto. Pero la gran mayoría departía bromeando unas veces y otras cantaba. Regalado, espíritu sarcástico, llevaba la voz en todas las bromas. Resuelto estoy de una vez decía desde su silla con voz compungida á arrepentirme del cariño que hasta ahora sentí por una rapaza de esta parroquia.

En torno de aquellos hogares humeantes moraban muchos seres que no habían tenido la curiosidad perversa de bajar a la calle para verme pasar, y que ahora tampoco rodeaban el patíbulo para verme morir. Me sentí profundamente conmovido.