United States or Taiwan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Por fin, cuando nos avisaron para almorzar, me dijo desde la butaca donde estaba sentado en mi habitación, chupando un cigarro puro y envolviéndose en una nube de humo: ¿Sabe usted, amigo Sanjurjo, que me voy de excursión con ustedes esta tarde?... , voy añadió en voz baja y con acento rápido para que Isabel no se figure que me estoy muriendo de pena. Me alegro muchísimo.

Para ello Belinchón había tomado a su servicio al notario Sanjurjo, que constantemente le acompañaba a las sesiones, levantaba actas y más actas de las arbitrariedades del alcalde, que pasaban al juzgado y allí se estancaban gracias a la mala voluntad del juez.

Pero el malagueño vino a muy risueño y se sentó también al lado de la de Anguita, y le dijo con una rudeza que todos se autorizaban con aquellas jóvenes, y él, por su carácter, con más razón: ¿Para qué me perzigue usted a este gachó, si ya está amartelaíto perdío por otra niña zevillana? ¿De veras está usted enamorado, Sanjurjo? me preguntó Joaquinita, visiblemente contrariada.

Les hizo mucha gracia el que me hubiese casado, no por qué, y se rieron a mi costa un rato. Uno de ellos me dijo, con semblante risueño y protector: Bien, amigo Sanjurjo; le doy a usted la enhorabuena. Todos le deseamos muchas felicidades y que no tarde usted en volver en comisión, con otros diputados provinciales, a gestionar la rebaja de la tarifa de Consumos.

Un día, para correr mejor, se había puesto en cuatro patas: era una exhalación. ¿Cómo? preguntaba don Mateo asombrado, ¿en cuatro patas? Lo que usted oye. Sanjurjo se reía a carcajadas, afirmando que había aprendido a correr así de niño, cuando su cojera era más pronunciada y no podía competir con los compañeros.

Hablar de las liebres, era para don Víctor y Sanjurjo la antesala del Cielo. Levantarlas con las varas, metidos en la maleza hasta la cintura, el Cielo mismo. ¡Qué lástima de día! exclamó don Víctor dando un suspiro y mirando al cielo por los cristales del balcón, llenos de polvo. Verdad contestó Sanjurjo, dando otro suspiro.

Sanjurjo, mi opinión es que debe concluir eso que hay entre Gloria y usted. Ustedes se quieren. ¿Por qué han de pasar el tiempo en monerías? ¡Pasar el tiempo en monerías! Declaro que nada me ha parecido, ni antes ni después, tan lógico, tan convincente como esta sencilla proposición.

Pepita se acercó de nuevo, y el comandante, inclinándose profundamente y afectando una solemnidad cómica, dijo: Tengo el honor de presentar a usted a mi amigo D. Ceferino Sanjurjo, joven de relevantes prendas, enamorado, galán y notabilísimo poeta. Pepita me alargó su mano flaca, diciendo: Si se parece usted a su amigo, no cuente usted con mi simpatía... Pero no; tiene usted mejor cara.

El hijo de Pelayo le desprecia a usted, compadre. Aquella tarde, luego que nos sentamos, entabló conversación diciendo: Parece, amigo Sanjurjo, que le veo a usted un poco melancólico. Durante el almuerzo no ha hablado usted nada. ¿Estará usted por ventura enamorado? En la entonación de la pregunta y en la sonrisa con que la acompañó comprendí que algo sabía, y me puse colorado.

Conque Sevilla le gusta a usted... ¡Milagro! La gente del Norte suele sufrir un desencanto al llegar aquí... La verdad es que las calles no son bonitas y anchas, como en Madrid y Barcelona, ni están bien cuidadas... Las casas son bajitas y de poca apariencia... Pero, siéntese bien, Sanjurjo. Hice otro movimiento más pronunciado, y sonriendo afectadamente exclamé: ¡Oh!