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Actualizado: 14 de julio de 2025


Al contrario, sin saber por qué, me sentí gratamente impresionado, y ya me disponía a tomar pie de ella para insistir en mi fogosa declaración, cuando nos sorprendió una voz que sonó a nuestra espalda. Le veo a usted muy inclinado a los niños, amigo Sanjurjo. Era el malagueño, que nos había alcanzado. Me volví y advertí en su rostro una sonrisa irónica que me crispó.

No causamos emoción de ninguna clase. Pepita se acercó a una joven rubia también y parecida a ella, que hablaba animadamente con otras, y la llamó varias veces antes que respondiese: Ramoncita... Ramoncita. Volvió al fin la cabeza y me miró con ojos distraídos. Te presento al señor Sanjurjo, un amigo de Villa...

Dejáronme hablar cuanto quise, y cuando más acalorado estaba en el panegírico, soltaron a reír como locos, con lo cual quedé fuertemente avergonzado y confuso. Después que se hartaron de reír, pasaron a tratar de sus asuntos de teatro, pero todavía al despedirse me dijo uno de ellos: «Adiós, Sanjurjo, hasta la vista; otro día hablaremos con más espacio del Sr.

¿Qué se te ocurre? respondió otra joven, saliendo de uno de los cuartos del patio. El señor Sanjurjo, un amigo de Villa... ¡Ah! Tengo mucho gusto... Me pareció más amable y más bonita que las otras dos. Era también rubia y de ojos azules, un poco más rellena de carnes, y de fisonomía dulce y simpática.

Era una mujer ajada, de buenos ojos, flaca, pálida y pobremente vestida, con un pañolito de seda blanco al cuello y la cabeza descubierta. Aparentaba bien cuarenta años; pero quedaba la duda de si sería más joven. Su rostro ofrecía más claramente las huellas del trabajo y la miseria que las del tiempo. ¿Sanhurho? Sanjurjo.

Sanjurjo me gritó Joaquinita, con el sano propósito de desconcertarme , muy melancólico anda usted hoy. Me volví y respondí, sonriendo: Hay motivos. Cuéntemelos usted. Nunca. Y seguí adelante, muy contento de haber enviado a Gloria, delicadamente, un testimonio de mi amor. No tardamos en llegar al monasterio.

No me parecía a tan lamentable como a él, pero le seguí el humor, deplorándolo amargamente. ¡Pobre señor!... ¡Y mañana tenía que presentarse sin falta al presidente de la Audiencia! Yo no comprendo cómo estos hombres se descuidan... Bien es verdad que si una necesidad apremiante... ¡Vaya por Dios! Y vea usted, vea usted, Sanjurjo, las botas y el sombrero allí sobre la red...

Y que sea usted pronto de la Comisión permanente dijo otro. Y a ver si me echa usted a presidio a alguno del bando contrario. Yo creo que Sanjurjo es hombre de ambición y ha de llegar a ser de la Comisión de Actas del Congreso. Vamos, que aquellos jóvenes autores me estaban tomando el pelo. Salí de mal humor del café.

Las prensas de Madrid y de provincias comenzaron a gemir bajo el peso de mis descripciones. Pronto me convertí en especialista. Poco faltó para que pusiera en las tarjetas Ceferino Sanjurjo, poeta descriptivo. Fui al Ateneo y leí un poema describiendo la siega del trigo, que me valió el ser saludado con los pañuelos por las damas y calurosamente palmoteado por los caballeros.

Cuanto más feo sea yo, peor gusto será el de usted. La entrada, por una de las puertas que comunicaban con las habitaciones interiores, de un caballero anciano nos interrumpió. Aquí tiene usted un Cachupín me dijo Pepita . Voy a presentarle a usted. Papá dirigiéndose al anciano , te presento un nuevo amigo, el señor Sanjurjo, un joven muy guapo, muy simpático y además un gran poeta. ¿Eh? ¿Qué tal?

Palabra del Dia

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